Apocalipsis alacrán
La repercusión que tuvo todo lo relacionado con los alacranes en los nos lleva a preguntarnos sobre cómo funciona la paranoia.
Tiempo atrás, en una pequeña localidad de Estados Unidos un oso del bosque ingresó en la urbe y comenzó a deambular por las calles, atemorizando a todos los habitantes del lugar quienes atónitos observaban a través de sus ojos o la televisión el lento transitar del animal salvaje el cual, luego de apostarse al frente de una casa fue alcanzado por los dardos tranquilizantes que, si bien durmieron al animal, no pudieron calmar los ánimos de ciudadanos quienes alterados por el evento se trasladaron hasta el edificio municipal para reclamar a viva voz (incluso con cantos muy pegadizos) que se tomen medidas urgentes para frenar los angustiantes ataques de osos en la ciudad, pedido que fue tenido en cuenta para dar lugar a un despliegue descomunal denominado "Patrulla anti-osos".
Así pues pareciera ser ahora que nuestro enemigo natural es el alacrán, una amenaza inminente que puede golpear impunemente a los más indefensos y quitarnos la tranquilidad, la calma y la salud de un momento a otro. Pero este temor generalizado ¿es el resultado de una amenaza concreta o la especulación ante un caso aislado? ¿Por qué las personas tendemos a asustarnos tanto ante estos hechos?
Se vuelve interesante entonces observar las dinámicas que se ponen en juego al emerger un miedo generalizado ya que no sólo aparece una retroalimentación entre la producción mediática y la demanda de consumo, sino que además se ponen en evidencia la auto-percepción humana respecto a nuestra debilidad ante las fuerzas de la naturaleza, el temor a la novedad imprevisible y el pavor como combustible social.
En este sentido se puede afirmar que el miedo es una reacción natural de los seres humanos que a lo largo de su historia de miles de años le ha permitido la supervivencia como especie ante los factores de riesgo que atentaban contra su vida y de los cuales debía huir. No obstante, en el tiempo presente no siempre la aparición de un temor tiene fundamentos en una amenaza concreta y real ya que puede ser suscitada por discursos sin pruebas empíricas, por relatos mediáticos o mismo por el contexto histórico en el que nos desarrollamos que nos plantea la dualidad omnipotencia-debilidad en cada momento de nuestra vida; esto es, podemos hacerlo todo pero también podemos perderlo todo de un momento a otro.
A tal respecto podemos comprender que la mesura, el equilibrio y la armonía de nuestra vida radica en evitar posicionarse tanto en la idea de que todo podemos como en la idea de que todo puede matarnos inmediatamente, es decir, aceptar que la muerte es una posibilidad pero que ello no es obstáculo para que, hasta el momento de su llegada, desarrollemos nuestro transitar de la mejor manera posible. Sin embargo, solemos como sociedad oscilar intempestivamente entre ambos polos de esta dicotomía y por ello un día aplaudimos un nuevo descubrimiento espacial y al otro lloramos porque los alacranes existen.
¿Es lógico entonces tanto temor, tanta repercusión? El filósofo Thomas Hobbes entendía muy bien cómo el miedo manipulaba a las personas, forzándola a cometer actos que de otra forma no harían o cediendo derechos con la única esperanza de que el pánico desaparezca. ¿Serán los alacranes un nuevo factor para infundirnos pavor? Probablemente en unas semanas olvidemos a estos arácnidos para reemplazarlos por otras amenazas con rostro de virus de gripe A, de miembro de Isis o de meteorito cósmico pero ¿podremos algún día erradicar el miedo sin fundamento o seguirá siendo para siempre los hilos que maniobran estas marionetas que somos?
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