El otro golpe de la crisis: las españolas se convierten en obesas

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Comer mal, poco y barato sería una de las razones por las cuales se incrementa el porcentaje de mujeres con obesidad en España.

La crisis financiera que golpea a grandes potencias europeas genera, también, problemas a nivel familiar. Así, el consumo de alimentos más baratos para que el dinero alcance provoca un incremento de la obesidad entre mujeres españolas.

Ése es el resultado del análisis realizado por expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), con vistas al Día Mundial contra esa enfermedad, que se conmemora este lunes. Así, se abordará a la que se convirtió en una de las principales preocupaciones de las sociedades modernas en la última década.

Las recientes estadísticas mundiales sobre obesidad sitúan a la mujer en el foco de esta epidemia del siglo XXI y en el informe "Generación XXL", publicado recientemente por la compañía IPSOS -especializada en identificar las conductas, actitudes y opiniones de la sociedad-, se incidía ya en el hecho de que la crisis estaba disparando los casos de obesidad.

La convergencia de los efectos psicológicos de la crisis, como la ansiedad y depresión, y el descenso de la calidad en la cesta de la compra debido a la reducción de recursos es el motor de este aumento de casos de obesidad en las mujeres españolas.

En general, las mujeres son más propensas a sufrir depresiones y ansiedad, y estas situaciones de crisis, pérdida de empleo y recursos afectan en un alto porcentaje a su forma de comer, según la experta en nutrición del IMEO Elisabeth González.

Hormonas como los estrógenos, opioides endógenos, la hormona de la juventud, la sulfatodehidro-epiandroestendiona, la progesterona y la testosterona, entre otras, forman un cóctel que influye en la forma de comportarse, de sentir tristeza o alegría y de enfrentarse a la comida, y las hace "más susceptibles de ser comedoras emocionales que los hombres".

Por ejemplo, en el caso de la serotonina, a veces conocida como la hormona de la felicidad, se observó que las mujeres producen un 52 por ciento menos en su cerebro que los hombres.

Este neurotrasmisor es un peso pesado en el estado de ánimo, en los niveles de ansiedad, en la percepción del dolor, el sueño y la conducta alimentaria, y si disminuyen sus niveles aumenta la sensación de tristeza y desánimo.

"No es casualidad -comenta González- que cuando estamos tristes o desanimadas, nos apetece un helado de chocolate, ya que los alimentos dulces y con altas concentraciones de azúcares aumentan las concentraciones de serotonina produciendo un efecto antidepresivo y ansiolítico momentáneo".

Pero, además, la mujer tiene menos capacidad muscular que el hombre, por lo cual su metabolismo es menos efectivo quemando grasas o más bien, según la experta, "a falta de una actividad física regular, se acentuaría la tendencia a acumularlas".

No obstante, las españolas se preocupan por su figura y muchas se someten a tratamientos de pérdida de peso y practican más ejercicio físico, aunque moderado, que los hombres, según señala la preparadora física y psicóloga Sandra Pino.

Con el ejercicio físico, se mejora la función respiratoria, se reduce el colesterol malo y la grasa corporal, bajan los niveles de ansiedad y aumenta la sensación de bienestar, gracias a la segregación de endorfinas, afirma la experta.

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