Divorciados, gays y familia: qué dice el borrador de la Iglesia

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El análisis elaborado por obispos reunidos en Roma destaca importantes avances respecto a temas hasta hoy bajo una doctrina conservadora. El sábado será publicado un documento.

De acuerdo al borrador dado a conocer por el cardenal Peter Erdö, relator general del Sínodo, se destacan los siguientes puntos.

Matrimonio y divorcio

- La Iglesia reconoce que con frecuencia las convivencias o las uniones de hecho son dictadas por exigencias prácticas, como la obtención de un trabajo fijo.

- El número de los divorciados es creciente y no es raro el caso de opciones determinadas únicamente por factores de orden económico.

- La crisis de la pareja desestabiliza la familia y puede llegar a través de las separaciones y los divorcios a producir serias consecuencias para los adultos, los hijos y la sociedad, debilitando al individuo y los lazos sociales.

- La Iglesia ve necesario acoger la realidad positiva de los matrimonios civiles, reconociendo las debidas diferencias entre las convivencias.

- Los obispos estimaron que en Occidente está en continuo crecimiento el número de aquellos que, después de haber vivido juntos desde hace mucho tiempo, solicitan la celebración del matrimonio en la Iglesia. La simple convivencia es a menudo elegida a causa de la mentalidad general, contraria a las instituciones y a los compromisos definitivos, pero también por la expectativa de una seguridad existencial (trabajo y salario fijo).

- En otros países, las uniones "de hecho" son muy numerosas, no por motivo del rechazo de los valores cristianos sobre la familia y el matrimonio; sino sobre todo por el hecho de que casarse es un lujo, de modo que la miseria material empuja a vivir en uniones "de hecho". También en tales uniones es posible acoger los valores familiares auténticos o al menos el deseo de ellos.

- Los obispos piden sanar las familias heridas (separados, divorciados no vueltos a casar, divorciados vueltos a casar). Debe ser respetado sobretodo el sufrimiento de aquellos que han sufrido injustamente la separación y el divorcio.

- Es indispensable hacerse cargo de manera leal y constructiva de las consecuencias de la separación o del divorcio, en los hijos: ellos no pueden convertirse en un "objeto" de contienda y se deben buscar las formas mejores para que puedan superar el trauma de la división familiar y crecer en el modo más posible sereno.

- Diversos obispos han subrayado la necesidad de hacer más accesibles y ágiles los procedimientos para el reconocimiento de casos de nulidad matrimonial. Entre las propuestas fue destacada la posibilidad de determinar una vía administrativa bajo la responsabilidad del obispo diocesano (hasta hoy el trámite va al Vaticano y en todos los casos se trata de establecer la verdad sobre la validez del vínculo, es decir, el divorcio se da porque el matrimonio es considerado inválido).

- Las personas divorciadas pero no vueltas a casar son invitadas a encontrar en la Eucaristía el alimento que los sostenga en su estado. La comunidad local y los pastores deben acompañar a estas personas con preocupación, sobre todo cuando hay hijos o es grave su situación de pobreza.

- También las situaciones de los divorciados y vueltos a casar requieren un discernimiento atento y un acompañamiento lleno de respeto, evitando cualquier lenguaje o actitud que les haga sentir discriminados. Hacerse cargo de ellos no supone para la comunidad cristiana un debilitamiento de la fe y del testimonio de la indisolubilidad matrimonial, sino que expresa su caridad con este cuidado.

- Con respecto a la posibilidad de acceder a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucarística, algunos han argumentado a favor de la disciplina actual en virtud de su fundamento teológico, otros se han expresado por una mayor apertura a las condiciones bien precisas cuando se trata de situaciones que no pueden ser disueltas sin determinar nuevas injusticias y sufrimientos.

- Para algunos, el eventual acceso a los sacramentos debe ir precedido de un camino penitencial –bajo la responsabilidad del obispo diocesano-, y con un compromiso claro a favor de los hijos. Se trataría de una posibilidad no generalizada, fruto de un discernimiento actuado caso por caso, según una ley de la gradualidad, que tenga presente la distinción entre el estado de pecado, estado de gracia y circunstancias atenuantes.

Homosexualidad

- Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana. Los obispos se preguntaron: ¿Estamos en grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras comunidades? ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio?

- La cuestión homosexual interpela a una reflexión "seria" sobre cómo elaborar caminos realísticos de crecimiento afectivo y de madurez humana y evangélica integrando la dimensión sexual: por lo tanto se presenta como un importante desafío educativo.

- La Iglesia, por otra parte, afirma que las uniones entre personas del mismo sexo no pueden ser equiparadas al matrimonio entre un hombre y una mujer.

-Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales, se toma en consideración que hay casos en que el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas.

- La Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo, reiterando que en primer lugar se deben poner siempre las exigencias y derechos de los pequeños.

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