Ricardo Barreda ya es parte del "gen argentino"
Desde hace más de veinte años, Ricardo Barreda es parte del imaginario argentino que, ya sea venerándolo o repudiándolo, lo mantiene presente en el tiempo. Por ello, cada vez que sucede algo con su persona se transforma en noticia nacional. Ahora bien, ¿por qué nos genera tanta fascinación?
Algunos sostienen que la "asesina" sería vista como una heroína que, ante el maltrato de género, quiso poner fin al patriarcado de una manera abrupta. Otros por el contrario, mantienen que, en realidad, se le cargaría con una condena social mucho más grande que la de Barreda hasta colocarle como la enemiga número uno del orden moral del país.
Este contrafáctico no hace más que mostrar la profunda dicotomía que existe alrededor de este mítico homicidio; por un lado quienes lo señalan como un monstruo, por el otro quienes lo justifican y hasta llegan a congraciarse con él. Alguno suelen optar por una posición intermedia en donde "entienden" el asesinato de la suegra y la esposa, pero no el de las hijas.
Así entonces, en la ambigüedad que ha despertado este crimen es donde también radica parte del "atractivo". Por más aberrante que haya sido, todavía persiste y persistirá una porción de nuestra sociedad que entiende que el contexto de violencia verbal en el cual vivió Barreda es un justificativo cuasi lícito para cometer tal acto. Como si fuese una ley no escrita, se defiende la postura que manifiesta que el hombre tiene permitido cualquier cosa con tal de defender su honor, su orgullo.
Y he aquí un punto crucial: ¿qué es el honor? ¿Acaso es más importante que cualquier regla moral? Grandes fechorías se han llevado a cabo en nombre de la defensa del honor, ya sea personal o familiar. Miles de mujeres mueren al año, asesinadas por familias que consideran que han deshonrado o "manchado" su nombre, así más no sea por no respetar un matrimonio concertado sin su consentimiento.
Tal vez en nuestro imaginario no seamos capaces de legitimar semejante atrocidad, pero sí consideramos lícito actuar violentamente ante un insulto agraviante o la difamación, por citar algunos casos. De esta manera, el mote de "conchita", una palabra por demás descalificadora, es visto como argumento válido para desatar la masacre, porque más allá de las leyes, del respeto hacia el otro y las conductas morales está el cuidado del honor, del buen nombre, del orgullo, elementos todos creados por la humanidad para separarnos los unos de los otros.
Así entonces, no es solo la morbosidad por la muerte o la atracción de la aberración cometida por un sujeto considerado "normal" lo que hacen que este crimen sea parte de la mitología argentina, si no también que el mismo revela las fantasías secretas de muchos hombres de nuestro país al mismo tiempo que pone de manifiesto uno de los "principios" de la masculinidad: nadie tiene derecho a mancillar su honor y en caso de hacerlo, cualquier represalia que repare semejante daño está permitida...
Tanto nos han inculcado esta falsa idea que pareciera ya ser parte de nuestro propio gen.
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