Así se vive hoy en la villa 1-11-14 tras el cuádruple crimen narco
El brutal asesinato a sangre fría de cuatro jóvenes en el Bajo Flores volvió a poner en agenda al problemático avance del narcotráfico y las zonas liberadas en ese punto de la Ciudad. Para sus habitantes, esas cuatro muertes sólo fueron "algunas más" de las siete que hubo esa semana en la disputa por el territorio. minutouno.com te muestra por dentro cómo está la villa hoy.
La cumbia musicaliza cada esquina que se combina con pequeñas bandas de jóvenes que se sorprenden cada vez que alguien aparece. Todos están armados. Saben que en cualquier momento, a cualquier hora pueden necesitar defenderse. Cada instante puede ser el último.
La infraestructura está totalmente colapsada. Cemento, ladrillo y chapas son el paisaje común. Los pasillos, cada vez más angostos dividen las zonas. "Por acá no, porque están esos pibes que el otro día te amenazaron, Luis. Vamos por el otro lado", dice Marcelo, un joven de 29 años con capucha negra que asegura vivir "en la zona más linda" de la 1-11-14.
Luis y Marcelo se criaron juntos. Ambos se mudaron varias veces de zona, pero siempre en el Bajo Flores. Ahora, los dos viven en unos edificios de material que sobresalen de las casas bajas. Ambos se visten con camisetas deportivas de dos clubes de fútbol internacionales. También, compartieron la "horrible" experiencia de pasar un tiempo en prisión. "Es muy raro que acá no te hayan metido en cana, al menos por algunos días. A veces eso te da más autoridad dentro del barrio. Después te respetan", cuenta Luis a minutouno.com.
Hace apenas unos meses que Luis está otra vez en libertad. De sus 35 años,18 los pasó en prisión. El año pasado intentó vengar la muerte de un amigo al que vio como lo acribillaban. "Fueron los peruanos", dijo. "Ni lo pensé, antes de abrazar a mi amigo, agarré el arma que tenía y los fui a buscar. A las pocas cuadras, me encontré con la policía que me disparó", dijo Luis con naturalidad, porque lo que estaba contando forma parte de su cotidianeidad.
"Haber estado en cana, te da más autoridad dentro del barrio.Te respetan"
"Ahora acá adentro está más tranquilo. El problema es afuera, en los barrios de al lado". Más tranquilo, significa que no haya personas muertas todos los días."Lo raro es que no se escuchen disparos. Acá, todos los días hay tiroteo. Si no es entre bandas, es con la poli o la Gendarmería, cuando se animan a entrar", explica Marcelo.
El papa Francisco, es indiscutiblemente uno de los personajes más presentes en la villa. Su imagen se repite en casas, edificios, remeras y estampitas. Frente a la parroquia, una imponente cancha de fútbol lleva en el centro su rostro. Allí entrena el Club barrial Atlético Madre del Pueblo. En esa misma manzana, se realizan diversas actividades para sacar a los chicos de la calle. Música, canto, teatro y catequesis, son los talleres más elegidos.
También en pleno corazón de la villa, hay un centro de rehabilitación. "Cuando uno se quiere curar y no quiere drogarse más, lo primero que hace es meterse ahí adentro. El problema es que apenas salís, en cualquier esquina te vuelven a vender. Es complicado, pero al menos es algo", cuenta Santiago, otro de los jóvenes que viven la zona.
El conflicto por el territorio, el aumento de la violencia por el avance del narcotráfico y el abandono estatal para enfrentar esta problemática, son los temas más recurrentes que los vecinos dicen a la hora de hablar. "Esto ya no es lo que era antes. A las seis de la tarde, te tenés que meter adentro de tu casa", asegura Jorge, quien vive en un primer piso de uno de los edificios."Esta pared es bastante dura, y sin embargo la semana pasada una bala entró a mi casa", muestra señalando con el dedo el agujero. "Está claro que esto no es de una pistola normal, acá se agarraron hasta con ametralladora", agregó.
"Acá, no entra ningún político. Esta semana vinieron los de PRO, pero no entraron a los pasillos. Ni la Gendarmería entra. Eso hace que pase cualquier cosa. Si no estás armado ¿cómo te defendés?", se pregunta Luis. "Acá hay que sobrevivir", sostiene y revela que con apenas 6 mil pesos, cualquiera puede tener un arma de fuego.
"Esto ya no es lo que era antes. A las seis de la tarde, te tenés que meter adentro de tu casa"
Luis y Marcelo, como tantos otros jóvenes están desempleados. Cada tanto Luis hace alguna changa o sale a cartonear con su papá. Por su prontuario y su domicilio, es prácticamente imposible que le den un trabajo legal. "Afuera nos tildan de vagos, de que no queremos trabajar, pero acá somos casi todos laburantes. Yo no soy un santo, sé que me mandé las mías. Acá es difícil no meterte en el quilombo. Pero si no te dan la posibilidad ¿qué podemos hacer? Yo daría lo que fuera por irme de acá. Sueño con conseguir un buen laburo e irme. A cualquier lado, pero lejos de acá. Ya la pasé bastante mal", cuenta.
"Si no estás armado ¿cómo te defendés?. Acá hay que sobrevivir"
Mientras tanto, los más chiquitos de la villa juegan y corren por los pasillos. Ellos, junto a sus hermanos, papás y abuelos son los que llenan de dignidad un lugar cargado de miseria, violencia y total abandono.
(*) Los nombres de los vecinos fueron modificados para preservar su identidad.
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