La ilusión de River se encendió con los destellos de Ariel Ortega

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*El Burrito volvió a ponerse la camiseta del Millonario luego de estar un año alejado. Y con un par de jugadas y un golazo le bastó para revalidar su estirpe de ídolo e ilusionar a los hinchas. ¿Alcanza?

Apenas 66 minutos le bastaron a Ariel Ortega para que la esperanza de River surja desde las tinieblas. Después de una temporada plagada de frustraciones, El Burrito volvió para encender la llama en Núñez y, con un par de jugadas y un golazo, le bastó para revalidar su estirpe de ídolo e ilusionar a los hinchas. Pero… ¿alcanza?

Su regreso tras el paso por Independiente Rivadavia de Mendoza en el Nacional B, cambió los ánimos de todos. Néstor Gorosito lo recibió con los brazos abiertos y los jugadores encontraron en el ídolo una vía de escape a la presión. Es que Ortega conoce a la perfección los secretos del “mundo River”. Y tiene el plus de la idolatría de la gente, que le perdona todo. En apenas días, se convirtió en el referente que necesitaba el plantel, la voz de mando, de la experiencia.

Pero lo que comenzó a demostrar en el vestuario y fuera del campo de juego, lo comenzó a capitalizar en el rectángulo de juego. Con sus 35 años, demostró que todavía tiene destellos de su magia. Y que la camiseta de River lo magnifica: le marcó un golazo al Everton, picándosela por arriba al arquero inglés.



Ahora, Pipo quiere juntar cuanto antes al Burrito con Marcelo Gallardo, de 33 años, para formar una dupla que tiene peso e historia. Sin embargo, las dudas comienzan a surgir. Es que, por un lado, los años dan experiencia en un River que está lejos de sus mejores equipos. Pero, por el otro, se abre la discusión de cuestiones físicas: ¿cuánto soportarán jugando el torneo Apertura y la Copa Sudamericana en duplex?

Está claro que River necesita con urgencia pelear el campeonato. Por historia, por presente y por futuro. Su historia lo obliga a ser protagonista. El presente le exige una vuelta olímpica. Y el futuro lo apremia: el promedio por el descenso ya no está tan holgado como antes. Ortega y Gallardo parecen ser los viejos-nuevos salvadores.

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