Los robadores

*La primera vez que entraron en casa nos asustamos mucho, mi papá no se movió de su lugar en ningún momento, parecía que no respiraba; mi mamá gritaba cosas que nadie de los presentes se tomó el trabajo de entender, mientras nos abrazaba - muy fuerte- a mi hermana y a mí, como si nos fuera asfixiar.
*Por Mario Cesar Lamique.



Ellos hacían todos sus movimientos de forma maquinal, como siguiendo paso a paso una coreografía; mi papá no salía de su insoportable quietud y mi mamá seguía gritando frases incomprensibles mientras nos abrazaba - muy fuerte - a mi hermana y a mí, como si nos fuera a asfixiar.

La segunda vez que entraron en casa se hizo de noche en ese instante; saltaron la verja, se metieron por la puerta que estaba mal cerrada y volvieron a hacer sus movimientos maquinales, manipulando sus armas; una bolsa vacía y otra llena; robaron el televisor color poniendo otro falso en su lugar, hicieron lo mismo con el equipo de música, el microondas y los cuadros de paisajes que tapaban manchas de humedad en la pared; cuando ellos se fueron la noche siguió.

La tercera vez que entraron en casa nos habíamos mudado pero nos encontraron igual, estábamos solos, mi mamá ya se había ido y mi papá tardaba en llegar; ellos entraron sin esfuerzo y con sus dos bolsas  robaron cada uno de los artefactos del hogar y los muebles poniendo otros falsos en su lugar; sin mirarnos, siguieron robando, un florero, expresiones de fotos familiares y hasta posters de la habitación de mi hermana que abría la boca como si estuviera por decir algo y se balanceaba de atrás para adelante como presagiando una caída.

La cuarta vez que entraron en casa, los maté.

Mi mamá viene a verme seguido y me cuenta mentiras sobre su vida para no decirme la verdad, continúa diciendo frases incomprensibles aunque ya no me puede abrazar - muy fuerte - como si me fuera a proteger.

Mi padre está tranquilo en casa, a salvo de sobresaltos, ya sin nada verdadero que le puedan robar; mi hermana a veces emite algún sonido, pero de su boca nunca sale una palabra, mientras su cuerpo se balancea de atrás para adelante estando siempre apunto de caer.

Por Mario Cesar Lamique

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