¿Cómo hacer una tortilla o una paella y que te salga como en España?
¿Por qué a los argentinos se nos complica tanto hacer una paella si a los españoles les sale tan fácil? ¿Y la tortilla? ¿Qué le ponen para que sea tan rica? La verdad, todo es más sencillo de lo que parece y más si te lo explica un gallego (bah, es vasco, pero nosotros a los españoles les decimos gallegos no importa de donde vengan) como Borja Blázquez.
CÓMO HACER UNA PAELLA
Tres son los cursos que ofrece para aficionados. Si sabés hacer unos fideos con tuco o una milanesa, estás en condiciones de aprender en un mes los secretos de la cocina española y te va a sorprender a vos mismo de cómo te sale una paella.
CÓMO HACER UNA TORTILLA
De tantos años en vivir en la Argentina, Borja adoptó algunos modales porteños y se anima a desafiar a sus alumnos. "Os juro que esta misma paella que comemos acá, si vais ahora a comprar en diez lugares diferentes, en ocho la que harán ustedes es más rica", arenga. Y sí, el que tiene el privilegio de probarla, comprobará que tiene razón.
La tendencia de los grandes chefs de ofrecer cursos hace un tiempo que se instaló en el país, pero el caso de Blázquez es particular: da clases ultra sencillas, básicas y a costos moderados. Cada curso dura cuatro clases (tres teóricas y una práctica) y se dividen en pescados y mariscos, arroces y tapas.
Relajado, Borja cuenta que está un poco cansado de correr con la cocina de un restaurante y que le gustaría tener un viernes o sábado libre. Es que para el común de los mortales la vida de un cocinero parece la ideal: buena comida y chupi todos los días, dormir hasta tarde y hacer relaciones con todos los comensales; pero en realidad, como cualquier otro trabajo tiene desventajas: no existen los fines de semana, las noches son interminables y el cuerpo en algún momento te cobra las horas de estar parado y a contrarreloj.
Quizá este sea el principal motivo para que los grandes del rubro comiencen a bajar un cambio y a llevar parte de su conocimiento a la gente y no desde un televisor. La experiencia de aprender en vivo y en directo, en carne propia, es diferente. A la tele le faltan los olores, como por ejemplo para darse cuenta que el arroz de la paella ya empieza a largar ese aroma a quemadito que indica que hay que sacarlo, pero que está al punto justo para luego poder rascarlo de la sartén y embucharlo con ese gusto tan particular de lo ahumado.
En la versión in situ, también se diferencian los sonidos: se escuchan los gorgoteos del aceite en acción, la cebolla desalmarse en la olla y la cuchilla descuartizar el ajo. Pero sobre todo, lo que reina es el gusto: la comida se ve -como en la tele-, pero se prueba.
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