Nelson Mandela, el pacifista que fue guerrillero

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Nelson Mandela, Madiba, será recordado como el hombre que lideró la integración racial de Sudáfrica. Muchos años antes, fue el líder guerrillero del Congreso Nacional Africano. Tras pasar 27 años en prisión, salió como el afamado Premio Nobel de la paz.

Mandela será recordado como un símbolo de paz. A la altura de líderes como Mahatma Gandhi, el mundo lo recordará como al Mandela pacífico, el hombre que le dio a su país la posibilidad de vivir integración entre los hombres blancos y los negros –históricamente relegados a manos de los colonos ingleses primero y de su descendencia después–. 

Pero Nelson Rolihlahla Mandela, tal su nombre desde su nacimiento el 18 de julio de 1918 –en un poblado de pocos habitantes en lo que entonces era conocido como Unión de Sudáfrica- no siempre siguió el método de la paz. Desde pequeño observó en carne propia la discriminación racial, económica, política y social de su clan –Madiba.  

Muchos años antes de su emergencia como el pacificador, como el símbolo del fin del apartheid, el abogado Mandela lideró los movimientos de guerrilla que atacaron a los puestos militares del gobierno blanco del Partido Nacional Sudafricano –que desde 1948 llevó adelante su política de segregación racial–. Mandela, tras haber comenzado como figura pacificadora, fue líder, en los 50 y principios de los 60, del brazo armado del Congreso Nacional Africano. 

En 1962 fue apresado por segunda vez –antes, en los 50, había pasado un tiempo en prisión que no había logrado detener su defensa de los derechos de la población negra del continente– y permaneció en esa condición por 27 años. Se lo conoció como el preso 46664. El número sería mítico y recordado porque en prisión, Mandela erigió un liderazgo moral y político en todo el mundo. Su figura, reconocida con más de 300 premios internacionales, cobró el vigor del pacifismo al calor de su transmutación. 

Mandela entró a la prisión de la Isla de Robben como tal, pero salió convertido en la figura de Madiba, el sabio, nombre cariñoso con  el que lo conocen todos en su país desde que los ancianos de su clan lo nombraran así. 

Tras su liberación, en 1990, llevó a su partido a una negociación para que se forjara la democracia integradora que llegaría después. Negoció con el líder blanco Frederik de Klerk y en 1994 se convirtió en el primer presidente negro de Sudáfrica. Su segundo -todo un símbolo- fue precisamente De Klerk. 

Gobernó solo cinco años pero fue suficiente para que iniciara el proceso de integración más importante del país. Retirado de la política, aunque siempre permaneciera como consejero, recibió el premio de Embajador de Amnistía Internacional en 2006. 

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