Respiración artificial, preguntas huérfanas y dólar en suspenso

Economía

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Respire y aguante la respiración.

¿Cuántos dólares aportará el FMI el año próximo? ¿Cómo hará el Gobierno para hacer que los exportadores liquiden sus dólares en el mercado de cambios local? ¿Podrá usar sus dólares el Banco Central de ahora en más para frenar la devaluación desmedida del peso argentino? ¿Cómo hará el Gobierno para financiarse una vez que se licúe el impuesto a las exportaciones por vía de la inflación y la devaluación? ¿Cómo es que el Gobierno prevé una recesión acumulada del 2,4 por ciento para este año? ¿Se va a negociar con el FMI el respaldo del organismo a la política monetaria y cambiaria para estabilizar el peso? ¿Cuál es el plan económico para salir de la estanflación que afecta a la Argentina? ¿Será necesario reestructurar la deuda local antes de fines de 2019? ¿Qué pasará con las necesidades de financiamiento para 2020 si no hay desembolsos previstos del FMI? ¿Por qué las metas de déficit cero no contemplan la creciente ponderación de los intereses de la deuda para los próximos meses?

Listo. Exhale. Suelte. Soltar es bueno. Pero no demasiado. Lo de arriba, son las preguntas que quedaron huérfanas esta mañana. Nacieron y murieron en el acto. Nada se supo de ellas. Fueron vistas vagando sin rumbo. Nadie las reclamó.

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Discursos. Fiscalistas los dos. Electoralistas de retaguardia. Sin autocrítica. Casi propios de un comentarista. El presidente Mauricio Macri y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne monopolizaron la atención de buena parte de la comunidad, pero no lograron evacuar las dudas principales que originaron la crisis financiera que derivó en crisis política. Frente al televisor, no sólo fueron de la partida los mercados; también los argentinos “de a pie”, aquellos que pudieron, se reunieron al calor de los rayos catódicos como si fuera la final del mundial de fútbol. En rigor, era algo parecido: la última oportunidad de remontar la situación de desconfianza generalizada que ha impregnado la gestión oficialista.

El Gobierno argentino consiguió lo que ningún otro antes: es el primero en incumplir la primera revisión del acuerdo más importante que el FMI haya otorgado. De allí en más se entiende que el margen para negociar con el Fondo es exiguo. No hagamos ruido, susurran, después de la “travesura” del presidente la semana pasada en el anuncio de dos minutos. Digamos que sí a todo.

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Hubo finalmente anuncios. Retenciones que suben de 25 a 28% para la soja, pero que quedan licuadas con un avance del tipo de cambio por ser fijas en pesos por dólar. Metas de “déficit cero” que si bien son meritorias en la cíclica historia deficitaria de la economía, no contemplan la brutal recesión que volverá más pequeña la actividad, la recaudación y, por ende, los ingresos, haciendo que ese recorte sea más brusco aún. Piedra libre para la falta de medidas que hablen de las políticas anticíclicas, los impuestos progresivos, el paquete de ayuda social que logre minimizar el impacto de la devaluación en la tasa de pobreza. Es más: el ‘blindaje’ del Gobierno para los sectores sociales estará constituido paradójicamente por herramientas en los que el propio Gobierno es escéptico como los Precios Cuidados y las ferias itinerantes y otras medidas que no parecen ser suficientes para paliar la crisis que afecta a los sectores de menores recursos como los refuerzos puntuales en la AUH, créditos de la Anses, y programas alimentarios.

En lo social, gran parte del impuestazo implicará no sólo mayores niveles de desembolso tributario de algunos sectores, sino también un descenso de los salarios en términos reales. El Gobierno se “olvidó” de actualizar el impuesto a los bienes personales (considerado progresista aunque difícil de recaudar) aunque sí se garantizó que habrá freno de la obra pública, suba de tarifas por reducción de los subsidios a la luz y el gas y, además, un recorte enorme en los subsidios al transporte.

Queda el interrogante de la política. Si Macri es Peña y Peña es Macri, quedará por ver cuál es la reacción de aquellos que planteaban la salida del tridente económico: Peña-Lopetegui-Quintana. Por otro lado, de tener respaldo en los mercados, aún se desconoce si el Gobierno logrará reunir las piezas sueltas de la opinión pública, teniendo presente que el desafío no será sólo una respuesta afirmativa de quienes manejan miles de millones de dólares en bonos argentinos o de quienes le apuestan al dólar contra el peso sino, sobre todo, de aquellos que miran la erosión que podría significar en el capital político del Gobierno el intentar un ajuste draconiano como el que va a pedir el FMI.

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Si es más lo no dicho que lo dicho, entonces los próximos días tendrán parte de la respuesta. Si el silencio se extiende demasiado, entonces respire profundo. Y aguante. Aguante.

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