Hay tantos hipócritas espirituales

Claudio María Domínguez, el conductor de "Hacete cargo" que se emite por C5N, te cuenta las claves para conocer tu espiritualidad y la de los demás.

Pregúntate a vos mismo: “¿Qué es lo que no es espiritual?”

Si todo es Dios, todo es divino.

En la Biblia, y en todas las religiones se dice: -“En el comienzo, todo era Dios...”

Tendemos a ponernos muy serios, muy solemnes cuando hablamos de espiritualidad.

Tratamos de que parezca importante y especial. Porque hemos puesto a la espiritualidad como algo separado de nosotros, y por arriba nuestro, entonces lo tratamos como algo diferente y distante. Hemos creados palabras como la realización, la liberación, el fundirse con la idea de Dios. Hemos puesto esto en pedestales, como algo tan inalcanzable, que uno debería trabajar día tras día para alcanzarlo, y así y todo llevaría muchas vidas poder acercarse a ese estado. La verdad es que siempre estuvimos liberados, siempre estuvimos realizados.

Lo único que tenemos que hacer es liberar la mente, liberar los celos, liberar las emociones enfermas, liberar los sentimientos de ira y envidia.

O en todo caso, controlar todo eso. En el mismo instante en que podemos controlarlo, ya estamos en nuestro estado divino de la liberación, y no tenemos que buscarlo afuera en pedestales inalcanzables.

Cuando yo estaba en mi búsqueda, había libros que te enseñaban a controlar la “mente del mono loco”, te enseñaban a meditar sobre esta posición, tan adecuada, de la flor del loto, y cómo silenciar la mente. Había que aguantar en esa posición mucho rato y yo no podía soportarla mucho tiempo; en cambio, un amigo podía hacerlo por mucho, mucho tiempo.

Yo sólo podía meditar de esa manera por media hora, mientras que un conocido nuestro, lo podía hacer tranquilamente por tres o cuatro horas. Era muy frustrante verlo. Este compañero de meditación, se levantaba molesto, enojado, entendiendo que tenía que ir a meditar.

Y después de hacerlo, cuando salía de ese estado de meditación de tres o cuatro horas, seguía con la misma cara y la misma actitud de enojo de antes.

Entonces, un día yo le pregunté cuando salió del cuarto de meditación: ¿qué es lo que haces ahí adentro?

-“Yo me fundo con el Señor”- contestó.

Te aseguro que no se estaba fundiendo muy alegremente... Comprendamos que si uno no se funde con toda la creación, si no se funde con amor incondicional con todo lo que te rodea, no te vas a poder fundir con un “señor”, o con la idea de Dios, que tengas. No hay un Dios ajeno y distante, con el cual hay que hacer méritos y penitencias, mientras no podemos vibrar en amor por nuestros semejantes y todas las fuentes devida que nos recuerdan a cada instante que nosotros estamos vivos.

Sai Baba nos enseñó en la India, que sólo se necesitan doce veces por día, de doce segundos para decir: -“Ya he meditado” Y la mente empieza a ser colocada en su lugar. Es un ejercicio en que nos observamos el dedo pulgar por doce segundos, y focalizamos la mente para controlarla.

Cuando realmente la meditación genuina es amar a Dios en todo, lo otro es concentración, focalización de la mente. Lo que de por sí es una práctica magnífica, para no deambular con los pensamientos, permitiendo que estos nos alteren.

Volviendo a la historia de nuestro compañero de meditación, lo que él hacía, era competir a ver quién era más espiritual. No estaba en realidad, fundiéndose él mismo con toda la creación. Yo dejé de hacerlo del todo incluso cuando sentí dentro mío, que no debía mentir en ese aspecto. ¿De qué servía, exigirme una postura, si mi corazón no sentía compasión y empatía? La misma gente que estaba en las prácticas con nosotros comenzó a decir:-“Mmm, se apartó del camino, no está teniendo una actitud espiritual”.

No me importó esa opinión. Yo sentí que no quería ninguna técnica de meditación, si no hacía carne en mí, la genuina sensación del amor por todo lo que me rodease, no quería nada con las llamadas prácticas espirituales, si no eran genuinamente desde el corazón, primero sintiendo un profundo amor en mí y luego proyectándolo, envolviéndome en el todo. Todos tardamos años en darnos cuenta de eso. Entonces, ese amigo fue un espejo perfecto. Otra parte mía. Un maestro que me enseñó a no hacer eso. Pongamos a la meditación en el lugar correcto. La meditación genuina, y que además viene de la alegría y del amor, es el instante en que hagas lo que hagas, lo estás haciendo conscientemente amando a la creación.

Es más, si no te estás divirtiendo, no lo hagas, porque no es lo más apropiado. Diversión, se entiende por alegría, alegría existencial.

En ese momento conéctate con lo que hacés y dedicaselo a la creación.

Esa es la meditación continua, la meditación de veinticuatro horas por día. Eso incluye cualquier actividad que no sea netamente espiritual, por ejemplo si estás arreglando un objeto, decís:

-“Que todo el que toque esto, sienta mi amor incondicional”.

Haciendo una actividad física:

-“Que todo el mundo se sienta tan maravilloso y activo y feliz como yo, y se den cuenta del Dios que existe dentro de ellos. Que sean sanos y felices y alegres”.

Incluso tener la grandeza, si estás enfermo, sintiéndote mal, descompuesto, diciendo, que se permita, aliviar de ese modo, con tu dolor y malestar, el sufrimiento de varios otros que están enfermos en ese mismo momento, y que aún no tienen la capacidad de salir sólos de su dolor, y permanecen en la queja y el sufrimiento.

Incluir a todos, incluir al universo, amar a todos. Y de ese modo, nuestras acciones, sentimientos, pensamientos, son todo poderosos. Cuando estas cosas están juntas, son una viviente, bella, hermosa forma de manifestar a Dios.

No hay excusa para no hacerlo. Háganlo, del modo en que ustedes sientan, pero disfrútenlo todo el día. O sea, no más posición de loto tres horas por día, esto dicho con absoluto humor. Aunque, si te da satisfacción, si lo disfrutas, si te gusta, hacelo. Pero no como un requisito, no para aparentar, no para demostrar algo.

Dejá tu comentario