Se conoce el veredicto en el juicio por trata en la "confitería" Río Cabaña

Sociedad

Piden entre 10 y 17 años de prisión para las cinco acusados de montar una red de explotación sexual de al menos 17 mujeres. Usaban de fachada una confitería VIP en medio de Palermo.

El Tribunal Oral Federal N° 4 dará a conocer este jueves la sentencia del juicio que se sigue a cinco personas por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual en perjuicio de al menos 17 mujeres, en un prostíbulo “Río Cabaña”, ubicado en la avenida Córdoba al 4900, en el barrio porteño de Palermo.

Hay cinco acusados. Entre ellos los dueños del local Horacio Alejandro Saran y Graciela Tomasi, para quienes el Ministerio Público Fiscal solicitó penas de 17 años de prisión y la pena máxima de multa, de $125.000, por considerarlos coautores del delito de trata de personas. Además, el hermano de Graciela, Silvio Ángel Tomasi y Gerardo Alberto Ketterer, quienes habrían sido encargados del local. Para ambos, se pidió 12 años de prisión y el máximo de pena por multa por considerarlos coautores. Por último, Juan Carlos Milla, quien habría tenido una función menos jerárquica dentro de la red. La fiscalía pide 10 años por considerarlo partícipe necesario. Todos ellos se encuentran detenidos desde septiembre de 2018.

La fiscalía pidió además el decomiso del local, del estacionamiento lindante y de dinero encontrado en una cuenta en Suiza, que rondaría las 16 millones de pesos para que se conforme un fondo de asistencia a las víctimas.

Una confitería de fachada

"Río Cabaña" era un prostíbulo que funcionaba bajo la fachada de “confitería” exclusiva entre las 13 y las 6 de la mañana. A ésta asistían diplomáticos y empresarios, en su mayoría de origen chino.

Daniela Gasparini, del Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento de Víctimas Damnificadas por el Delito de Trata de Personas, señaló a minutouno.com que se trata de un caso atípico porque “no es frecuente encontrar un prostíbulo en el medio de Palermo”. Sin embargo, tiene las características propias de una red de trata.

La psicóloga relató que el Programa llega al lugar a partir de una denuncia de una de las víctimas en 2014. Más tarde, cuando realizaron los allanamientos, comprobaron que su versión coincidía con la de otras 16 mujeres que estaban allí.

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La confitería era una fachada, estaba disfrazado de bar de élite, donde iba gente de cierto nivel social pero con vidrios espejados. No se podía ver para adentro”, relató. Habían mujeres en el salón principal y que entre los baños un pasillo con puertas espejadas que se abrían sólo si se apretaba un botón desde la barra. Conducía a un primer piso escondido. “Cuando se allanó, ahí aparecieron más mujeres. Las habían aleccionado a que ante cualquier inspección queden escondidas ahí en cautiverio”.

Además, se encontraron con que la metodología del lugar era que los clientes lleven a las mujeres a un hotel cercano para tener sexo. Después "tenían que fichar" el regreso y “depositar” a la mujer en la confitería.

Cooptación

Según el relato de las víctimas, la mayoría fueron convocadas para trabajar de meseras. “Les ofrecieron trabajo. No sabían que se iban a prostituir. Una buena parte se enteró de la existencia del lugar y fue por una oferta laboral publicada en el diario que decía: ´se necesita señoritas para bar o camareras´ o por las redes sociales”.

El perfil de las mujeres que tomaban eran jovencitas en situación de vulnerabilidad. Algunas de eran del interior del país, de lugares muy pobres y también había de países limítrofes. Muchas eran madres solteras, de entre 18 y 19 años. Según Gasparini, la mayoría de ellas era la primera vez que estaban en el circuito prostibular. “Les ganaron la voluntad porque sabían que estaban en situación de vulnerabilidad”, dijo.

Rio cabaña tenía cámaras. Los dueños controlaba todo lo que pasaba desde el subsuelo del lugar donde habían montado múltiples pantallas. Las víctimas estaban controladas todo el tiempo y si bien no vivían en el lugar, estaban amenazadas para que no revelaran lo que ahí sucedía. “Tenían mucha vergüenza y temor porque las familias no sabían que habían entrado en la red de trata”, explicó Gasparini.

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