San Martín, la solidaridad y sus gravámenes a los ricos

Opinión

El debate en la sociedad y en el Parlamento Nacional sobre el proyecto de ley titulado “Aporte Solidario y Extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia”, impulsado por los diputados Máximo Kirchner y Carlos Heller fue escalando hasta alcanzar ribetes muy extremos que se expresaron en fuertes descalificaciones de diputados y diputadas de la bancada de la derecha política, en concordancia con un pronunciamiento monolítico de las grandes corporaciones empresarias: Foro de convergencia empresaria, Asociación de Empresarios de la Argentina, Unión Industrial Argentina, Mesa de Enlace, Cámara Argentina de Comercio. Por el contrario, organizaciones representativas de las Pymes expresaron su apoyo a la iniciativa.

Resulta oportuno entonces, valernos de nuestra propia historia siguiendo el consejo cervantino de que “la historia es madre de la verdad, emula del tiempo, testigo del pasado, ejemplo y aviso de lo presente y advertencia de lo porvenir”.

Evocamos entonces a nuestro San Martín. Lo hacemos desde lo más profundo de nuestras convicciones políticas, históricas y culturales, ya que expresa al principal protagonista de un momento crucial de nuestra nacionalidad, la revolución anticolonialista y de independencia nacional que dio nacimiento a la Patria Americana.

El accionar de San Martín como gobernador de Cuyo, frente al reto colosal de conformar un ejército de la nada ante una situación extraordinaria, es la materia de esta nota.

Cierto es que se encontraba ante el desafío de una guerra que no es el caso actual, pero es indiscutible que el país y su pueblo afrontan una situación tan excepcional como crítica en términos sociales y sanitarios. Más de la mitad de los menores de 18 años están en situación de pobreza (integrando el patético dato de 17 millones de pobres), el sistema productivo semiparalizado, un endeudamiento externo tan abrupto como insostenible. Y lo más dramático, los 39.000 muertos y los más de 1.470 mil contagiados por la pandemia. Es indudable que estamos atravesando un tiempo crítico que requiere respuestas firmes y drásticas para atender la enorme deuda social, tanto la recibida del gobierno de Juntos por el Cambio, como por las consecuencias de la pandemia.

Comenzaremos por apreciar lo que señaló el biógrafo de San Martín, Bartolomé Mitre, en relación a su accionar y su visión como Gobernador de Cuyo. Recoge una frase textual del Libertador: “Me veo en la necesidad de tocar medios tal vez violentos, inclusive sin los trámites debidos por la absoluta escasez de numerario (…) a pesar de la Contribución Extraordinaria mal pagada”. Poco después decretaba un nuevo empréstito forzoso sobre los residentes españoles, concluyendo: “no he tocado aún el recurso de los indiferentes, porque los exceptúo como último apuro”. Luego de detallar otras medidas tributarias especiales para obtener recursos ante la emergencia, concluye Mitre: “Aquí es donde se rebela el genio observador y previsor de San Martín, sustentado en una voluntad incontrastable que no retrocedía ante la imposición de ningún sacrificio en pro de su causa, lo cual constituye la originalidad de su plan financiero” (Historia de San Martín y de la emancipación americana, Peuser 1952).

Ante la evidencia de que su invocación a los “donativos voluntarios” resultaron absolutamente insuficientes, decidió apelar a un recurso “doloroso pero necesario de la derrama o empréstito

forzoso, alegando que entre este único arbitrio o perecer la tropa, no hay medio”. Se trataba de una contribución extraordinaria que gravitó sobre los capitales y se mantuvo vigente durante la segunda mitad de 1815 y todo 1816 (Patricia Pasquali, “San Martín”).

Luego seguiría con un impuesto voluntario: “los caldos”, basado en un acuerdo con los comerciantes de vino y aguardientes. Estableció un gravamen sobre el consumo de carnes y el secuestro y confiscación de bienes de europeos y americanos enemigos de la causa nacional.

Otro asPecto valiosísimo de la ideología sanmartiniana es la noción de solidaridad que inculcaba a la tropa y a la oficialidad a la cual iba modelando con esa impronta, y a su vez, hacia la sociedad cuyana de la cual estaba tan agradecido por su apoyo. Al respecto, le decía a Pueyrredón: “es imposible describir el afán de este pueblo generoso por rendirlo todo, bienes y vida a favor de la Patria” y completaba en una de sus cartas a su íntimo amigo Tomas Guido: “estamos en la inmortal provincia de Cuyo y todo se hace, no hay voces, no hay palabras para expresar lo que son estos habitantes”. (“La voz del gran jefe”, Felipe Pigna).

En suma, el gran líder político y militar reconocía el esfuerzo solidario de las mayorías, contrastante con la mezquindad de minorías enriquecidas, que escatimaban cualquier colaboración a la causa nacional e incluso cuestionaban y conspiraban contra el Gobernador. Tanto era así, que San Martín fatigado por esas resistencias a su proyecto liberador, se descargaba con Guido: “mis necesidades son extraordinarias, ojalá tuviésemos un Cromwell o un Robespierre que lo realizasen, y a costa de algunos menos, diesen la libertad y el esplendor de nuestro suelo”.

Quizás “la historia se repita primero como tragedia y luego como farsa” (18 Brumario), o bien el impiadoso paso del tiempo genere transformaciones irrepetibles, pero no hay duda que el ejemplo, las acciones políticas, la concepción ideológica del líder más trascendente de nuestra historia Patria, vienen a nuestro encuentro, como si fueran aquella “advertencia de lo porvenir” que nos anunciaba el gran Cervantes.