UNA NOCHE ELECTRÓNICA

La noche empezó, como siempre, en el bar de uno de mis amigos escuchándolo tocar buena música en las bandejas que hay ahí y tomando unas copas con el resto de la banda. Después de pasar unas horas tomando tragos con ellos (preferentemente vodka o champagne con la famosa bebida energizante), arrancamos para el boliche que vamos siempre a ver a un discjockey suizo que nos lo habían recomendado mucho.

Llegamos al VIP del boliche a eso de las tres y media de la mañana. El DJ Steve Angello estaba empezando a hacer lo suyo y nosotros bailábamos, un poco ebrios, con unas amigas que están siempre ahí con nosotros. En eso llega uno de los que estaba conmigo y me dice: “Man, ¿Querés probar una ruedita copada?”. Y aprovechándose de mi sí fácil debido al alcohol que tenía en la sangre, y la curiosidad por probar una de esas cositas, acepté la pastilla de éxtasis.

Al rato, el flaco apareció con la ruedita y yo le di los 30 pesos que salía. Era una Rólex. La miré y tenia de un lado el sellito de la marca. Después de tomarla, empecé con sensaciones rarísimas, me sentía feliz, eufórico y relajado a la vez. Cerré los ojos, me puse las gafas de sol para que las luces no me jodieran y arranque un viaje de unas horas. Flasheaba que veía caminos, sentía que volaba, que mi cuerpo no estaba en el piso, y a su vez, bailaba con la música que sonaba.

Cuando el “caramelo” ya había hecho efecto, empezaron las otras sensaciones provocadas por la gente que me rodeaba. No me faltaron masajes, caricias, crema para manos para sentir como se resbalan mis manos con las de otro y después, los abrazos y besos con una señorita que estaba en mi misma situación. ¡Y no necesité chamuyármela como en las viejas épocas!

Me sentía más transpirado de lo normal pero con muchas ganas de saltar y de moverme con los chicos y las minas que estaban ahí con nosotros. Eso sí, cada tanto iba a la barra a comprarme una botellita de agua mineral (a 7 pesos, la más cara del mundo) para no deshidratarme, aunque no podía evitar que a cada rato me quedara seca la boca.

Ya cuando el sol entraba por las ventanas del boliche y Angello estaba terminando de tocar, sentía que se me partía la cintura, pero también tenía ganas de seguir bailando y limándola. A las ocho y media de la mañana mis amigos se iban para un after hour a seguir bailando hasta el mediodía, pero no me daba mas el cuero, no quería seguir empastillándome, así cuando íbamos en el auto, yo me bajé en mi casa y ellos siguieron viaje.

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