Artistas urbanos de Argentina y el mundo buscan transformar la Isla Maciel
A la vera del Riachuelo, bajo la autopista, las siete manzanas que ocupan la isla comenzaron hace dos años a vivir una experiencia que los vecinos nunca imaginaron: "Pintó la Isla". Grafffiteros quieren cambiar el barrio, sacarlo a la luz, dejar en las chapas de las casas, en la madera de los conventillos y en las paredes, arte, justo ahí donde para muchos no podía haber nada.
Mandala (Foto: Alejandra Acuña Leston)
Alfredo "Pelado" Segatori (Foto: Alejandra Acuña Leston)
Milu Correch (Foto: Alejandra Acuña Leston)
Foto: Alejandra Acuña Leston
Foto: Alejandra Acuña Leston
El Marian (Foto: Alejandra Acuña Leston)
Gerardo Montes de Oca (Foto: Alejandra Acuña Leston)
Foto: Alejandra Acuña Leston
PINTÓ LA ISLA
"El objetivo es pintar murales en todo el barrio con la colaboración de artistas urbanos y vecinos. También queremos dar talleres para que más vecinos se sumen a colorear la isla. Pintó la Isla es un proyecto a pulmón y estamos abiertos a cualquier aporte, desde un mate a una lata de pintura", lo presenta Gerardo. Docente de artes visuales y artista, él vive en Quilmes y llegó a la isla en 2014, después de que en un acto público la suerte -para él y para el barrio- hiciera que le fueran asignadas horas ahí. "Yo no sabía a donde venía, a mí también me agarró la incertidumbre", admite hoy, dos años después.
El arte urbano de la Isla Maciel no es el mismo que puede encontrarse en Palermo, San Telmo o incluso La Boca. Acá el contraste, la gente, le dan a las obras un marco diferente. Acá los artistas no vienen a pintar para mostrarse, vienen a pintar para intentar cambiar algo. Por Pintó la Isla pasaron ya varios de los más conocidos de Buenos Aires, Milu Correch, Martín Ron, El Marian, y entre los pioneros figuran Gordo Pelota, Alfredo "El Pelado" Segatori, o el francés Paul Molet.
"Hubo un momento que se frenó un poco porque es un proyecto muy a pulmón, y se complica conseguir los materiales. Muchos murales los pinté yo con los chicos, este por ejemplo tiene una historia particular porque tiene que ver con el pasado y el presente del barrio", dice Gerardo frente a una pared donde unas flores que parecen mandalas de colores, aprisionan escopetas y revólveres.
"Esta era una zona muy violenta, un vecino me contó que hubo situaciones de tiros, me dijo que él todavía tenía un agujero de FAL en una pared de su casa. Eso me impactó, así que hicimos esta pared con flores que agarran las armas para que no se puedan usar más", deja saber con la vista clavada en el muro, hecho en base a un boceto suyo.
"Los alumnos, de 16, 17 años, tienen el graffiti muy incorporado, la pintada en la pared si bien quizás no la hacen, la tienen vista. Yo sin decirles de qué iba a ir el proyecto les dije que empezaran a ver paredes, y les preguntaba si les gustaría que ese artista viniera al barrio y la verdad es que ellos no creían que eso pudiera pasar", cuenta sobre la primera vez que enfrentó a sus alumnos y empezó a dibujar en el aire el plan, cuando Pintó la Isla todavía era una idea.
"Vimos algunas películas, vimos en YouTube videos de artistas que queríamos que vinieran, y con ese clima, con esa arenga, salimos con una planilla a pedirle a los vecinos si nos daban las paredes para poder pintar, con la sorpresa de que los vecinos estuvieron totalmente abiertos a darnos las paredes, algo que en otros barrios no sé si pasa", comenta. En Isla Maciel además nadie toca las paredes que se pintan, nadie escribe arriba, nadie tapa. Desde el primer al último mural de los que se hicieron en los últimos dos años, están intactos.
"El primer año al municipio le interesó el proyecto, nos dieron una primera entrega de pintura, una vez nos prestaron una grúa, pero después costó más acercarnos a eso, como que se cortó. Y el año pasado no tuvimos mucho contacto con la municipalidad, por las elecciones y demás, solo logramos que nos dieran un andamio, que es el que estamos usando ahora. Llega plata a la escuela, no para el proyecto sino para otras cosas, y la directora decide invertirla en este proyecto y usarla para la compra de materiales", le explica Gerardo a Minuto Uno.
El choque al golpe de vista es inevitable. Las paredes con murales de artistas argentinos, muchos de ellos de los más reconocidos a nivel mundial, dejan paredes llenas de color que se mezclan con la basura desparramada en el asfalto por la falta de recolección. Contra ese estigma también están peleando Gerado, sus alumnos y los vecinos, contra el de ser una de las zonas que menos atención recibe de parte del municipio.
"A mí lo que más me moviliza es que el barrio se acerque al arte, que un vecino me diga 'quiero que me pintes el frente de mi casa' o 'un familiar que ya no está'", admite Gerardo, y comenta que hace poco los vecinos le pidieron un mural dedicado a un chico del barrio, a uno de los dos hinchas de San Telmo que en 2014 murieron tras una pelea de barras en el clásico con el Docke.
"En la fan page de Facebook de Pintó la Isla me escriben cinco o seis personas por día que quieren venir a pintar. Ayer ecribió un brasileño que vive en Londres y que quiere traer gente de Brasil, pero lamentablemente no tenemos recursos. Ellos me pedían aunque sea el tema del pasaje, pero nosotros recién estamos tratando de juntar los materiales", admite, aunque lejos de lamentarse sobre los límites que hoy encuentra el proyecto, asegura: "algún día vamos a poder hacer eso también".
A pesar de que todavía encuentran trabas, hay cada vez más personas que se acercan, marcas que se enteran del proyecto y quieren colaborar. "Necesitamos difusión, materiales, siempre se precisan pinceles, rodillos, gente que nos de los lugares para que los artistas se puedan quedar, una empresa que haga comida y pueda darnos para poder darle a los artistas, todo suma y todo sirve", resalta.
"Pintó la Isla no es un festival de arte urbano, sino que es una acción que se va desarrollando a través del tiempo, que tiene un comienzo pero no tiene un fin. Yo creo que este proyecto no se va a terminar, y dentro de este proyecto se abren otras posibilidades que tienen que ver con lo que el barrio necesita, y la excusa es el arte", dice intentando resumir la esencia de la que para él es su obra, una obra que va mucho más allá de las paredes y los artistas.
"Hay vecinos que se suman desde la fotografía, chicos que han terminado el secundario y no saben qué hacer, y los ven a los chicos que vienen a tomar registro del proyecto y ven la foto, se interesan, se ponen a hacer cursos que les puede significar una salida laboral a futuro. Es ahí donde realmente la semilla prende. No es la frivolidad de salir en una foto, o sumar likes en una red social, lo profundo tiene que ver con eso, con plantar una raíz y sacar al pibe de la calle, con hacer algo productivo", insiste.
En la Isla Maciel, a la sombra de La Boca, Pintó la Isla trata de generar a través del arte urbano un cambio en el barrio, dar una mirada distinta, romper prejuicios, un futuro en el que no haya que irse lejos para tener una oportunidad, como dice Gerardo: "Que la gente del barrio sienta que vale la pena vivir acá".
Fotos: Alejandra Acuña Leston
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