¿Nos quedamos sin leche? El impacto silencioso por el cambio climático en las vacas y la producción mundial
La leche argentina ya no abunda como antes, y la tendencia es bajista. Si no se implementan medidas urgentes de mitigación, los precios podrían verse afectados y la oferta seguiría cayendo.
El cambio climático afecta a todos.
El cambio climático no solo derrite glaciares y provoca olas de calor cada vez más intensas: también está afectando lo que llega a la mesa. La leche, alimento básico en millones de hogares, se ha convertido en una víctima silenciosa del calentamiento global. Dos estudios recientes publicados en Science Advances y Food Policy advierten que el estrés térmico en el ganado ya está causando pérdidas importantes en la producción mundial.
El problema tiene una explicación científica concreta: cuando el índice de temperatura y humedad (ITH) supera los 26 °C, las vacas comienzan a sufrir. Dejan de comer, beben más agua y su metabolismo se desacelera. El resultado: menos leche.
Una sola hora de calor puede reducir la producción en un 0,5%, y durante una ola de calor las pérdidas pueden alcanzar el 10%, según un estudio realizado en Israel y Estados Unidos que analizó datos de 130.000 vacas durante 12 años.
Cambio climático: una amenaza global para millones de hogares
Las proyecciones son alarmantes: si no se implementan medidas de adaptación, la producción global de leche podría caer un 4% para el año 2050. Este dato no es menor: 150 millones de hogares en todo el mundo dependen directamente de la leche como sustento.
En Estados Unidos, otra investigación con 56 millones de registros de 18.000 granjas del Medio Oeste detectó una pérdida del 1% anual, lo que equivale a 616 millones de litros de leche en cinco años. En términos económicos, eso significa 245 millones de dólares menos.
Las más afectadas: las pequeñas granjas
El estudio también muestra una fuerte desigualdad: las explotaciones con menos de 100 vacas, que representan apenas el 20% de la producción total, sufren el 27% de las pérdidas económicas. ¿El motivo? No cuentan con recursos suficientes para implementar sistemas de refrigeración como ventiladores, nebulizadores o techos sombreados.
En Israel, donde el calor es parte de la rutina, la mayoría de las granjas combina estas tecnologías para reducir el impacto del calor extremo. Aun así, solo logran mitigar un 40% del problema.
¿Soluciones? Hay, pero no son accesibles para todos
Otras posibles soluciones, como la modificación genética del ganado o la adaptación de los ciclos de producción, están siendo exploradas, pero presentan altos costos y riesgos que aún no se comprenden del todo. Además, muchas de estas tecnologías no están al alcance de los países del Sur Global.
Mientras tanto, la amenaza avanza y plantea una pregunta urgente: ¿estamos preparados para un futuro con menos leche?
¿Y en Argentina? Alerta por el calor y su efecto en los tambos
El problema no es ajeno a la producción lechera argentina, que viene enfrentando sequías históricas, altas temperaturas y una baja en los niveles de ordeñe, sobre todo en las regiones centrales del país como Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires.
Según datos de entidades del sector, durante las olas de calor de enero y febrero de este año, algunos tambos reportaron caídas de entre el 8% y el 12% en la producción diaria. El fenómeno también complica la rentabilidad de pequeños productores, que tienen menos capacidad de inversión para enfrentar el clima extremo.
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