La leyenda de la bruja y el amor
*Cuenta la leyenda, que en este lugar alguna vez existió un hombre y una mujer obligados a unirse en matrimonio por cuestiones ajenas al amor.
*Por Alejandro Romero.
Así fue que trataron cada uno a su manera de ser felices.
De esa relación nace una hija de particular belleza que gano rápidamente el corazón del padre.
Una noche... más oscura que otras noches de oscuridad...estaba el esposo perdido en sus oníricos pensamientos mientras dibujaba a la mujer que quizás hubiera amado... la mujer de sus sueños...
Un terrible estruendo surge de la nada y un milenario árbol seco en frente de él cobra vida lentamente tomando una horripilante forma de bruja...
Soy la procuradora de los corazones rotos -.dijo con una voz gruesa y despectiva- Mi responsabilidad -decía con una sarcástica sonrisa- es procurar que hombres como tú y mujeres como tu esposa... nunca sean felices....
-Una gran carcajada invadió el bosque y estremeció el corazón de aquel humilde servidor.
Perplejo... solo atino a preguntar...
-¿Y porque estás aquí?...
Otra espeluznante risa invadió el lugar...
-¡Por tus pensamientos... estupido hombre! —decía mientras subía el tono de la despreciable risa...
-¡Imbécil! ¡¡¡Tus pensamientos me trajeron a ti!!! ¿O acaso no sabes que en el oscuro mundo de la mente también existe el infinito? ¿O acaso no sabes que dentro de ti mismo es lo mismo que fuera y no hay muros ni puertas?
-¿Y que tiene que ver eso contigo aquí?- pregunto el hombre asustado y sintiéndose culpable por sus pensamientos.
-A partir de ahora -le contesto la bruja- JAJAJA a partir de ahora llevarás por siempre un hechizo que deberás cumplir.
-¿Por qué? -preguntó el-
-Porque soy la procuradora de los corazones rotos- otra vez la risa estremeció el bosque.
-Tu esposa jamás será presa de mal alguno... y cada vez que alguien se lo desee... serás tú quien reciba el golpe...
-Bueno -dijo el hombre- al menos sabré llevar con honor este mal y nada le pasara a mi familia.
-¡Estas equivocado!- Gritó la bruja mientras sus ojos destellaban el más profundo odio.
-Si por algún motivo tu no estás.... esos males pasarán a tu dulce hija- decía la oscura bruja mientras invadía el bosque con carcajadas horribles.
-Solo te diré algo por compadecerme de ti. Ten cuidado con la tentación, con las mujeres bellas y su encanto... y con separarte de tu familia por largo tiempo. ¡Estás informado hombre de tontos pensamientos!
Con otro fuerte estruendo, el árbol tomó la forma que tenía unos instantes antes.
Este solía ser un lugar de paz para aquel amante de los sueños... viajero incansable y buscador de caminos donde el destino era encontrar a la doncella del amor eterno.
Nunca más visitó aquel paraje.
La vida transcurría normalmente tratando siempre de no estar lejos de su familia. Sus sueños dejaron de remontar vuelo y sus pensamientos quedaron atados al límite impuesto por la bruja y el tiempo paso lento y lastimoso.
Cada tanto... el pobre hombre era preso de algún mal, sin dudas dirigido a su mujer, que supo soportar con entereza y valor.
Su hija ya era grande, lo que lo llevo a pensar que quizás el hechizo ya no estaría. Pero dudó y no se animo a soñar.
Durante las festividades patronales, solían juntarse todas las personas del lugar y festejar vivamente con danzas y variados manjares. El vino era la promesa del amor de una noche para muchos... y del matrimonio para otros.
Tratando de no dejarse llevar por pensamientos que pudieran dañar a su hija, el buen hombre se limitaba a ser un títere de la vida y hacer simplemente lo que debía hacer. Nada, nada que vaya más allá de la realidad que le tocaba vivir.
Perdido en el vuelo de un cóndor. Maravillado por esa ave majestuosa que permanecía casi sin mover las alas, flotando suavemente como desafiando el espacio, inclinándose para un lado u otro según el golpe del viento, el hombre creyó volar con el ave.
Levemente comenzó a descender en círculos pequeños. La mirada atenta de él lo seguía permanentemente, casi sin esfuerzo se detiene en un árbol bajo de gran copa y bien frondoso.
Sin darse cuenta, detiene sus ojos en los más bellos que jamás había visto. Una mujer lo miraba mientras jugueteaba con una flor, arrancando cada pétalo y murmurando algo que él no lograba oír.
Ella corrió bosque adentro, dándose vueltas para mirarlo mientras se sonreía abiertamente. No pudo resistir la tentación de seguirla y así lo hizo. Corrió por un sendero estrecho hasta alcanzarla y estuvieron juntos.
Reconoció el lugar. Los árboles, cada arbusto, el cielo abierto. De repente frente a él, el árbol seco. Recordó su hechizo, miró a la mujer y quedó cautivado con su bello rostro. Una lucha interna se desataba. Los sueños, la felicidad o la atadura del tiempo para que su familia no sufriera desgracia alguna.
Pensó en lo ridículo de todo esto y en el derecho que tiene cada hombre de ser feliz. En ese instante el seco árbol comenzó a teñirse de negro.
La mujer lo miraba fijamente a los ojos. Para ella solo existía aquel hombre pero él ahora presa del pánico pudo ver una vez más a la horrible bruja.
-¡Te lo advertí!- gritó con su gruesa voz- Te daré una oportunidad, vete ya y perdonare a tu familia- comentó tajante-.
Confundido, se debatía entre la felicidad de esa mujer y la tristeza de vivir en un encierro perpetuo.
-¡No sueñes!- dijo la bruja.
Pero el no quiso escuchar. Miro los ojos de la mujer fijamente como ella lo hacía desde la primera vez que lo vio. Imaginó besarla, tocar su rostro, sentir su piel.
-¡Detente!
La deseó como un hombre desea a una mujer. Visito su cuerpo, camino por los mares y voló por los vientos bañados de poesía y de amor.
-¡Detente una vez más!
Se acerco a ella y extendió su mano. Toco la punta de sus dedos, sintió un placer profundo, imposible de explicar. Un cosquilleo recorrió todo su cuerpo. En ese instante la bruja con gemidos y gritos comenzó a desaparecer. El la abrazó y beso desesperadamente. Ella correspondió el llamado del amor y lo aferró a su pecho. Los últimos gemidos se perdieron en el bosque y el árbol seco recobro el verdor y la vida. Con un porte impresionante dejo caer dos hojas, una en cada mano de ambos.
-Te espere durante años- le dijo ella- este lugar estaba destinado para nuestro encuentro y de repente desapareciste.
-Es que fui advertido por la bruja- dijo él.
-No, amor- contesto la doncella- no existe tal bruja, sólo tu culpa dio vida al engendro y el eco de sus palabras eran las que tú mismo usabas para culparte. Tus propios temores te vencieron y te dejaste llevar por una culpa que no era tuya.
-¡Estás liberado buen hombre! ¡Sólo el amor puede hacerlo! ¡Sólo el amor hace desaparecer el fantasma de la duda y la culpa! Tu eres mi regalo y yo soy el tuyo, la vida es corta, vivámosla ya.
Sellaron con un beso el encuentro quedando como único testigo aquel árbol que durante todo el año dio flores rojas en forma de corazón.
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