Las 10 frases que nunca deberías decirle a tu jefe

Economía

El futuro laboral de un trabajador depende de su habilidad para comunicarse con su superior. A continuación, diez claves para lograr un buen diálogo en el ámbito laboral.

Gran parte del futuro laboral de un trabajador depende de que sea capaz de cumplir con los objetivos y ofrecer lo mejor de sí, pero también de que sepa comunicarse con su jefe, algo que podría parecer fácil, pero que con demasiada frecuencia da lugar a un gran número de problemas.

En muchas ocasiones, todo surge como un enojo irrefrenable pero también de tomarse demasiada confianza con el que, al fin y al cabo, sigue siendo su jefe.

Entonces, ¿cuáles son las frases que tan a menudo se oyen y que resultan especialmente dañinas para la reputación del empleado?

"No me pagan por hacer esto". Estás sirviendo en bandeja que te respondan "a partir de ahora, no te pagaremos por hacer ni esto, ni nada". Aunque dibujar las fronteras de manera clara es imprescindible en caso de que sientas que tu superior se está extralimitando contigo y tus funciones, utilizar la soberbia para solucionar la situación nunca es buena idea. En parte, porque la mayor parte de ocasiones no es tu jefe inmediato el que tiene la culpa de las funciones que desempeña cada trabajador, pero sí el que debe afrontar la responsabilidad de un trabajo fracasado o retrasado. Y en parte, porque puede ser que efectivamente sí te paguen por hacer eso que no quieres hacer.

"Es imposible". Si se te exige llevar a cabo una determinada labor, por difícil que pueda parecer, es preferible que sea la dura realidad y los plazos los que se impongan en la situación a que sea la incompetencia, o directamente, las pocas ganas de afrontar los retos del trabajador las que lo haga. Advertir antes de ponerse en marcha que algo no se puede hacer es una forma de decir que ni siquiera lo vas a intentar, o peor aún, que careces de las competencias necesarias para hacer tu trabajo. Y si es así, ¿para qué debería confiar la empresa en ti en el futuro?

"Tenía un mal día". Las excusas para justificar una mala decisión o una equivocación, por injusto que pueda parecer, no le interesan a tu jefe, aunque sean de peso y tengas una buena razón para esgrimirlas. Una de las características del empleado perfecto es conseguir que las circunstancias no influyan en tu rendimiento a diario, por lo que echar la culpa a los factores externos es una manera de señalar nuestra propia falta de control y asunción de responsabilidades. ¿La solución? Proponé alternativas, busca soluciones y afronta las consecuencias. Con decir "lo siento, no volverá a ocurrir" no es suficiente.

"Estoy ocupado, pedíselo a otra persona". La primera parte puede ser correcta, la segunda siempre está equivocada. Si se ha de realizar determinada tarea y sos el elegido, alguna buena razón debe haber detrás de determinada decisión. Y si no es así, lo máximo que podés hacer es señalar, con la máxima corrección posible, que tienes tareas urgentes que llevar a cabo y que si quieren que se realice rápido quizá sea mejor liberarte de alguno de los dos trabajos. En definitiva, plantear de manera realista tu agenda y tus exigencias. Además, ser un hombre multitarea, por fatigoso que pueda resultar, ya no es una virtud, sino una obligación.

–"Qué nochecita la de ayer". ¿Qué mensaje estás enviando? Desde luego, no es el de "soy una persona cuyos compromisos laborales le llevan a permanecer despierto hasta altas horas de la madrugada", sino más bien un "soy un juerguista, no me exijas mucho hoy que estoy cansado". Cualquier petición de relajarse por un día no será vista con buenos ojos, especialmente si no se debe a una causa de fuerza mayor; un buen jefe es consciente de cuándo existe un problema y que quizá no sea el día más indicado para requerir determinadas cosas.

–"Qué guapa era la rubia con la que te vi el otro día, ¿no?" Aunque las formas de trabajo modernas obliguen a convivir durante muchas horas con otros empleados y superiores, dentro y fuera del trabajo, ello no quiere decir que las fronteras entre la vida personal y la laboral hayan desaparecido. Por lo tanto, es fundamental mantener un cierto sentido de la privacidad, especialmente en los campos más sensibles y en lo referente a aquella información que sólo tú conoces y que puede ponerte en entredicho. Asunto diferente es, obviamente, interesarse por la salud de la familia del encargado o realizar un esperado cumplido, que nunca está de más.

–"No sé si me gustaría hacer esto toda la vida". Si tienes dudas acuciantes sobre tu futuro, y así se lo haces saber a tu superior, es posible que él tenga aún más dudas que vos, y por lo tanto, prescinda de vos antes de que hayas tomado tu decisión definitiva. Plantear la posibilidad de abandonar el trabajo en el medio plazo puede tener consecuencias devastadoras la próxima semana, así que si tienes reservas, guardatelas hasta que estés seguro de hacia dónde quieres orientar tu vida, no vaya a ser que todo sea producto de un capricho temporal. Otra variante letal: "Seguiré aquí hasta que salga algo mejor".

–"Lo haré si me das dos días de vacaciones". Pase lo que pase, hay algo que todos debemos tener en mente: por mucha retórica que se utilice para embellecer el mundo laboral  y sus exigencias y recompensas, tu salario es el pago que recibís  a cambio de estar disponible para tu empresa y cumplir con tus objetivos. A partir de ahí, poca vuelta de hoja existe. Negociar unas ventajas que favorezcan a todas las partes es consustancial a la dinámica de cada sección, pero intenta que tus peticiones no suenen como un chantaje. Porque, al fin y al cabo, los chantajes sólo pueden realizarlos los que tienen la sartén por el mango, y ese generalmente nunca es el trabajador.

–"Fácil, esto lo hace cualquiera". Puede que tu jefe ya lo sepa, o simplemente lo sospeche, pero explicitarlo de manera verbal quizá no sea la mejor forma de promocionar tu labor en la empresa. La lógica es implacable: si lo puede hacer cualquiera, es posible que otro que cobre menos que vos también lo pueda hacer. Además, pensá en qué lugar quedarías si ese trabajo que puede hacer cualquiera no queda todo lo bien que debería. Por otra parte, todos los jefes sospechan que un empleado que se aburre en el trabajo es lo mismo que un trabajador desmotivado, es decir, un empleado improductivo.

–"Es culpa de mi compañero, no mía". En un alto grado, es bastante probable que así sea, pero culpar de manera directa a otro trabajador implica dos cosas: que no aceptas tu parte del fracaso, por pequeña que sea, y que además, estás dispuesto a traicionar a un compañero sólo por salvar tu pellejo. Es preferible explicar la situación de manera fiel sin ofrecer embellecimientos donde salgas especialmente bien parado y ofrecer soluciones concretas. Además, hablar mal de un compañero a sus espaldas es la muestra más clara de que nadie está a salvo de tus críticas, y el camino más corto a perder credibilidad delante de tu entorno.

–"¿Cuál es tu cuenta de Facebook?" Una de las características del empleo moderno es convertir  el lugar de trabajo en un espacio más horizontal, donde todas las ideas son bienvenidas y todos puedan aportar su grano de arena. Ello implica, entre otras cosas, que jefes y subordinados mantengan una relación mucho más estrecha y fluida... Hasta cierto punto. El superior es siempre un superior, por mucho que sea un amigo, así que intentar acceder a su información personal en las redes sociales puede ser visto como una situación violenta. Por otra parte, ¿no sería preferible reservarte esas fotos nocturnas sólo para ti y tus amigos de fuera?

–"Puf". Hay varios momentos en los que un gesto inapropiado, una queja sutil o un suspiro no son especialmente indicados: cuando se te requiere hacer un trabajo concreto, cuando se exige una mayor productividad o se solicita un cambio de enfoque. Es decir, cuando se pide una puesta en marcha. Es en ese momento en el que se espera una respuesta proactiva, cuando obtener una mueca o un signo de desinterés es la peor reacción posible, y el signo más claro de que ni se puede ni se quiere llevar a cabo la empresa requerida. A veces, no decir nada es decirlo todo.

Dejá tu comentario