Nunca estuvo tan ausente la represión

El 24 de marzo tiene una implicancia especial por el contraste entre la última dictadura militar y la situación que hoy se vive: el reverdecer de la política. Los grupos que se quejan lo hacen por resentimiento y le hacen el juego a sectores reaccionarios.

Escribe Carlos Raimundi*

Lo primero que debemos tener en cuenta es una breve valoración de lo que esta fecha representa: el 24 de marzo. No ha habido antítesis más clara a lo que significó la última dictadura que este período que estamos viviendo. En los dos sentidos en que la podemos valorar o ponderar. Por un lado, en el hecho de haber desentrañado la trama del terrorismo de Estado hasta sus últimas consecuencias. Y esto lo ha hecho sin cortapisas, sin límites, se han abierto las compuertas de la Justicia frente a esa cadena represiva. En dos niveles: en el militar y el civil, los oficiales y los empresarios. 

El otro aspecto es que el terrorismo de Estado no fue una cuestión abstracta sino una herramienta trágica llevada adelante no sólo en Argentina sino en forma coordinada en toda América Latina a través del Plan Cóndor, para destruir nuestros sistemas productivos y entregar nuestros recursos estratégicos. Este segundo aspecto de reparación histórica es precisamente la reconstrucción de este sistema productivo, basado en el empleo, el mercado interno, el desarrollo de los derechos laborales y sindicales –además de los civiles y políticos. 
La otra respuesta hacia la dictadura es que hoy América Latina no está integrada para la represión, sino que se une para la autonomía y la reapropiación de recursos naturales a través de sus gobiernos populares. 

Todo lo que ocurrió durante la última dictadura cívico militar pudo ocurrir por la prohibición de la política, la supresión de la participación. Y hoy es el momento en que, desde el retorno de la democracia, se vive el momento de mayor esplendor de la política. Por la incorporación de los jóvenes, por la altísima calidad del debate público. Por el rescate de nuestra historia, de los sectores populares. Ese es el caldo de cultivo para que las movilizaciones, cuanto más años pasan, más multitudinarias son. Uno debería preguntarse el por qué. Y es que hay un reverdecer de la militancia y la política. 

Esta situación, este clima de época, contrastante con el que se vivió durante tantos años, hace imposible que alguien pueda siquiera insinuar que hay atisbos de reprimir derechos –a la protesta, a la manifestación de ideas. Nunca estuvo más ausente la represión. 

Aún la disputa política no se da con métodos autoritarios –como podría ser el cierre de un medio de comunicación-, sino a través del respeto a la ley, la ocupación de la calle, y con la justicia. Incluso en esos terrenos se gana y se pierde. Lo mismo que cuando fuera la disputa por la Resolución 125. 

El tema del Proyecto X, que es algo que los grupos a los que alude la presidenta reclaman, es algo que debe ser dirimido en la justicia y en los organismos involucrados, no en la disputa callejera. En el caso de que realmente se comprobara alguna irregularidad en la misión específica de la fuerza a través del Proyecto X, sería tan lamentable como lo fue en su momento algo que nos duele profundamente a todos como fue la desaparición de Jorge Julio López. 

Ahora, una cosa son las irregularidades propias de un sistema, que existan aún nichos pendientes de ser democratizados, y otra cosa es creer que hay una dirección política del oficialismo en ese sentido. No hay que confundir un exceso de las fuerzas, que tienen que ver con la educación profundamente autoritaria que se les impartió durante décadas para que fueran fuerzas de represión interna y no de seguridad ciudadana, con una expresión de esta época. Son resabios de la dictadura. 

Lo que no se debe hacer es politizar esto. Cuando estos grupos acusan al gobierno por este tipo de cosas es más que nada un acto de resentimiento. De bronca por haber quedado afuera de tantas reivindicaciones y, en lugar de desvivirse por ver cómo colaboran con un proyecto que reconstituya los tejidos de la Argentina, se desviven por encontrarle algún punto débil al proyecto nacional y popular.

Con estas técnicas de desgaste al Gobierno, no ayudan a que venga un gobierno más progresista, sino que generan caldo de cultivo para los sectores reaccionarios. Nunca estas grietas benefician a los sectores populares.

*Carlos Raimundi es diputado nacional por Nuevo Encuentro.

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