Para la madre de Molina, Olivera "es un trucho y estafador"
Mónica Santander, la madre de la mujer que en 2012 estuvo tres meses cautiva en una casa de Coronel Suárez, declaró en el juicio que se lleva a cabo en Bahía Blanca.
"Yo le dije a mi hija pero me dijo que no, que lo veía (a Olivera) como alguien superior, que tenía buenas ideas", recordó.
Santander señaló que conoció al acusado en 2009, cuando el supuesto pastor fue a la casa de su otra hija, Silvia, en Río Colorado, Río Negro.
La mujer señaló que, por entonces, ella y Sonia iban a otra congregación religiosa pero que después, y debido al ofrecimiento de Olivera, comenzaron a trabajar en su proyecto. "La idea de él era fundar algo para ayudar a los chicos de la calle, solos, drogadictos, ancianos...", agregó.
En otro momento de su declaración, la testigo contó que le dieron a Olivera unos 1.900 pesos para comprar prendas de vestir en la feria La Salada ya que él se ofreció a concretar la operación pero que días después volvió a Río Colorado y les dijo que "había vendido toda la ropa que compró".
"Yo nunca vi ni la plata ni las cosas que él compró", precisó la mujer y añadió que en otra oportunidad el acusado les "hizo comprar una netbook, un teléfono celular y pagar el hotel cuando estaba allá".
Luego, la testigo dijo que acompañó a Sonia hasta Coronel Suárez porque su hija quería "ver la congregación" de Olivera, pero cuando llegaron fueron a un "Cinema Café" donde pensaban que estaba el grupo religoso pero "no había nada".
"Estaba él (por Olivera) y (la esposa de éste, Estafanía) Heit (la otra imputada) en un salón con unas mesas y unas sillas", recordó y agregó al sentarse los cuatro a charlar le dijo a Olivera: "Sos un trucho, un estafador".
Tras ese episodio, Santander y Sonia volvieron a Río Colorado, donde, según contó la testigo, la víctima estaba "muy metida" con con Olivera y le dijo a ella que él la "manipulaba".
"Me dijo `voy a hacer todo para Dios` y yo le dije no podés estar trabajando con un tipo que te vive pidiendo la plata", expresó.
De acuerdo a Santander, su hija finalmente decidió irse a Coronel Suárez con Olivera, en marzo de 2010, cuando el acusado "la convenció que se fuera a estudiar porque en Río Colorado no tenía
para progresar".
Consultada sobre si luego tuvo noticias de su hija, Santander afirmó que sólo a través de "dos o tres llamadas", y que hizo "la denuncia para que averiguaran su paradero", tras lo cual, ella la llamó y le dijo "que estaba bien, que iba a ser contadora".
"Después supe que algo pasaba porque llamaba hablaba y cortaba enseguida", indicó la mujer que relató que recién volvió a ver a su hija en el Hospital de Coronel Suárez, donde Sonia era asistida tras escapar de su cautiverio.
"Estaba golpeada, morada, flaca, desnutrida, (era) piel y huesos", contó la testigo y recordó que en esas circunstancias Sonia le dijo: "Mamá no llores, todavía estoy".
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