La larga batalla del papa Francisco contra sus enfermedades: un recorrido marcado por la resiliencia
Desde joven, el argentino Jorge Bergoglio enfrentó duros desafíos médicos que moldearon su carácter hasta su muerte a los 88 años.
El mundo católico despide con profunda tristeza al Papa Francisco, quien falleció este lunes en la Casa Santa Marta del Vaticano, a los 88 años. A lo largo de su vida, Jorge Mario Bergoglio combatió diversas enfermedades que, lejos de frenarlo, parecieron fortalecer su determinación de servicio.
Desde su juventud, Francisco enfrentó serios problemas de salud. A los 21 años, una severa infección respiratoria lo obligó a someterse a una cirugía en la que le extirparon parte de un pulmón, una marca que llevaría consigo para siempre. Sin embargo, esta experiencia temprana no lo detuvo en su camino vocacional.
A lo largo de las décadas, sumó batallas contra afecciones cardíacas, problemas en la vesícula biliar y un dolor crónico por un pinzamiento del nervio ciático. Siempre buscó tratamientos alternativos, como la acupuntura, para aliviar sus dolencias.
Ya siendo pontífice, en 2019, se sometió discretamente a una operación de cataratas, y en 2021 fue intervenido quirúrgicamente para extirparle 33 centímetros de colon.
Su salud frágil nunca fue un obstáculo para su misión: Francisco continuó realizando viajes apostólicos por todo el mundo, llegando incluso a destinos lejanos como Indonesia y Papúa Nueva Guinea. Cada viaje era un acto de fe y perseverancia frente a sus limitaciones físicas.
En sus últimos meses, la neumonía bilateral terminó por minar su resistencia. Aunque trató de mantener su agenda habitual, las crisis respiratorias se intensificaron y finalmente provocaron su deceso. Hasta el final, Francisco siguió recibiendo a líderes mundiales y participando en actividades públicas.
El cardenal Kevin Farrell destacó su ejemplo de tenacidad: "Con su salud debilitada, nos enseñó que no debemos rendirnos. Nos animó a seguir adelante a pesar de las adversidades".
En 2013, anticipando posibles complicaciones, Francisco firmó una carta de renuncia que nunca fue utilizada, porque su espíritu de servicio se impuso hasta el final. Su muerte, tras impartir su última bendición pascual, deja como legado el testimonio de un líder que nunca se permitió claudicar, aun en medio del dolor físico.
Su paso por la Iglesia Católica quedará grabado no solo por sus reformas y enseñanzas, sino también por su incansable voluntad de seguir sirviendo hasta su último aliento.
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