¿Cómo entender la ley del karma?

Sociedad

Amigos queridos, gracias por estar ahí con su búsqueda de una vida más profunda, más real. Muy conmovedores sus comentarios, estimulantes, y con preguntas que hablan de una indagación sincera, entre entusiasta y desesperada, tal es nuestro paso por la tierra, hasta que nos anclamos en una visión más clara del Ser.

Todas esas dudas, sobre miedos, soledad, divisiones mentales, rencores del pasado y miedos al futuro, las vamos a ir tocando en próximas entregas, esto tan hermoso que nos une a través de las charlas y textos de este ciclo.

Como dijimos en una de los textos anteriores, somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Esto significa que nuestro ser, lo que realmente somos, va experimentando vida tras vida, encarnación tras encarnación, aprendiendo y evolucionando, según la explicación Kármica.

Acá viene un primer parámetro de consideración, para la gran mayoría de los habitantes del planeta, la reencarnación es parte básica de su enseñanza espiritual. En nuestro occidente, el tema tiende a ser más controvertido, se habla de merecimiento según las acciones, pero sólo de este plano y un cielo o un infierno.

Los más dogmaticos se mantienen en esta postura, y aquellos que no se conforman con un Dios que en forma quizás ilógica, decide que un niño muera a los tres años y vivan Videla, Bush y grandes asesinos de la historia hasta edad avanzada, se vuelcan a la percepción de que esta vida es un granito de arena en la playa del vuelo del alma. Cada uno debería intuir en su corazón, sin creer a ciegas en la creencia ajena.

Cuando era chico y le pregunté a varios curas de mi barrio por qué había muerto un chiquito amigo mío atropellado por un auto, todos me respondieron que esa era la voluntad de Dios, y eso me generó un conflicto con un Dios que sin explicación permitía un acto tan brutal.

Eso podríamos ampliarlo, a los genocidios, torturas, horrores humanos de la crónica diaria, o a las enfermedades que parecen diezmar a inocentes que ni siquiera tuvieron tiempo de vivir, menos de dañar a alguien como para recibir su merecido.

Volviendo a mi casa mi abuela me hablé del karma, del merecimiento que se prolonga vida tras vida, como los grados de una escuela que van desde el jardín de infantes hasta los doctorados más sutiles, y que el alma encarna por un tiempo determinado cuando hay necesidad de un aprendizaje corporal, en el cual debemos experimentar lo que le hemos causado a otras formas de vida.

A mí, en lo personal, me cerró mucho más que la historia de un Dios castigador, que dictaminaba sobre quien caerían decisiones tan discutibles, como una criatura con cáncer, y un dictador en su casa a los 90, por poner solo un ejemplo local y casero.

Cuando empecé a leer con el tiempo a grandes seres espirituales, las enseñanzas de Buda, de Rama, de Krishna, Zoroastro, Moisés, Lao Tse, Confucio, Gandhi, Yogananda, la Teosofía, Ramana, Ramakrishna, Gurdjieff, los tibetanos, los chamanes andinos, o grandes pensadores como Sócrates, Platón, Homero, Shakespeare, Victor Hugo, Leonardo y tantísimos mas, todos coinciden en que una vida física es solo el resultado de las acciones que venimos acumulando, y que condicionan nuestro nuevo paso por el planeta para cosechar o saldar, lo que hemos causado en acciones, pensamientos y emociones, en la sucesión de encarnaciones que se necesiten. Una escuela perfecta de la que nadie escapa, sino es amando, amando y amando.

Dijimos que el karma es Acción-reacción. Causa-efecto. O como decía Jesús “El que siembra cosecha”. ¿Pero cómo se explica entonces un niño sufriendo un karma negativo? ¿Cuándo realizó una mala acción para tener una reacción siendo muy pequeño, o habiendo recién nacido?

Esto se comprende fácilmente si sabemos que venimos evolucionando de muchas vidas, que hicimos de todo, amamos, odiamos, fuimos torturadores, y torturados, mendigos, millonarios, víctimas y victimarios, ignorantes en distintos niveles, amnésicos como decía La Madre Teresa, y ahora recién vamos despertando en forma rápida y sublime al amor que somos.

¿Por qué hay gente que nace tan pobre y otros en la riqueza? ¿Por qué algunos tan enfermos, y otros con un cuerpo rozagante? ¿Por qué algunos viven el abuso desde niños y otros son genuinamente deseados y amados? ¿Por qué algunos nacen en un lugar patético y otros en aparente cuna de oro? ¿Por qué alguien muere a cierta edad, en un accidente y otros durmiendo en paz en su cama?

El karma parecería explicar el porqué de la sinrazón, a menos que se tenga la simplicidad, dicho sin ironía, de aceptar todo sin cuestionarse internamente o sin percibir si hay realidades mucho mayores a las que hemos escuchado y repetido en forma irreflexiva.

Amigos divinos, esto da para mucho, mucho más, y vamos a seguir con el tema, básicamente en las dudas que provoca en nuestro occidente llamado cristiano, y otras explicaciones históricas sobre las enseñanzas karmicas que fueron cortadas o suprimidas directamente en textos religiosos por el poder de turno. Mientras, una perlita, en Mateo 17, Jesús les dice a los apóstoles que Juan el Bautista ha regresado en el cuerpo de Elías, el profeta, y ellos no lo habían reconocido, hasta que él se los hizo comprender. Gracias por existir.

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