Estado y mercado: temas sin debate

Cómo se personifica a los mercados para seguir sus "consejos políticos".


Escribe Gustavo Perilli (*)

En toda economía, en su función de instituciones sociales, mercado y Estado "trabajan mancomunadamente" para determinar valores de ingreso, actividad productiva, empleo e inflación.

En la efervescencia diaria, sin embargo, esta interacción no tiene la reputación merecida por parte
de los protagonistas (familias y empresas). El debate data de siglos pero, convenientemente, sigue sin tener suficiente relevancia. A este proceso de coordinación (imperfecto, en general), Keynes lo denominó "economía mixta".

El profesor Paul Krugman que, como se recordará, obtuvo el premio Nóbel de Economía en 2008, hace unos días publicó una nota con el sugestivo título "El mercado habla". En una parte de su escrito, literalmente sostiene que "existen personas que invocan la posible cólera de los mercados como razón por la que debemos seguir sus consejos políticos".

Según el autor, el mercado nos advierte, "no intenten proteger a los estadounidenses sin seguro//...//; si lo hacen, socavarán la confianza de las empresas y el mercado bursátil se vendrá abajo. No intenten reformar Wall Street, o siquiera criticar sus abusos; herirán los sentimientos de los plutócratas y eso provocará el hundimiento de los mercados. No intenten combatir el paro con más gasto público; si lo hacen, los tipos de interés se pondrán por las nubes".

Las manifestaciones del profesor Krugman parecen indicarnos que los integrantes de esta institución anónima, fundada bajo el precepto de la libertad, forman parte de una especie de grupo de presión que trabaja las 24 horas del día vigilando atentamente las medidas establecidas por los Gobiernos.

Se podría llegar a la "triste conclusión", incluso, que se manipulan las actividades que el Estado desarrolla cuando pretende corregir tendencias que amenazan el bienestar social, especialmente si éstas se desvían de sus férreas recomendaciones. A través de la publicidad, la imagen de pureza, transparencia y libertad es "consumida" por los individuos, quienes, por otro lado, denigran los poderes del Estado al punto tal que la legitimidad de sus reglas queda diluida.

La acusación de corrupción sobrevuela en el imaginario colectivo, independientemente de la consistencia de los argumentos.

El artículo de Krugman hace referencia a los Estados Unidos, donde el Gobierno tiene herramientas relativamente efectivas para controlar el poder de las corporaciones que actúan solapadas en la magnitud de la multitud.

¿Qué sucede en el subdesarrollo? Como las finanzas de estos Estados son frágiles, sus sistemas productivos poseen fallas estructurales, su política económica se encuentra monitoreada por Gobiernos extranjeros, Organismos Multilaterales (el FMI, por ejemplo) y actores sociales internos con capacidad para determinar precios, la situación es todavía más compleja.

El "castigo" propinado a través de subas de precios, tasas de interés y tipos de cambio (desestabilización macroeconómica, en síntesis) con independencia de la existencia o no de desequilibrio de precios relativos y posiciones de ahorro interno, constituye "una estrategia" que empeora el clima social, cuya responsabilidad recae, insistentemente, en la política económica y sus responsables (los gobiernos). La sociedad prefiere la lectura clásica: la crisis se origina por la intervención del Estado, nunca por "la gula del mercado".   

Llegamos al capítulo de la Argentina. No quedan dudas por que la política cambiaria implementada durante el período de post convertibilidad, la búsqueda del pleno empleo (sin controlar la inflación), las paritarias, la esterilización monetaria, las conflictivas negociaciones con el mercado internacional y los acreedores, el pago al FMI, la política de retenciones, el desarme del sistema privado de jubilaciones y pensiones y los controles cambiarios posteriores, entre otras medidas y proyectos que nunca vieron la luz, hayan tenido tan "mala prensa", cuando en otros países, mecanismos de naturaleza semejante, se implementaron sin rechazos tan álgidos, ni dramáticas divisiones sociales.

Recientemente, en una columna periodística, un economista argentino de reconocida trayectoria se preguntaba "¿por qué la crisis se hace rogar?". Si no hubiera respondido que se debe a factores tales como una deuda pública que se encuentra en niveles mínimos históricos, un déficit fiscal manejable y una inflación inercial que no reviste gravedad, entre otros temas, sus dichos habrían sido "materia prima" para la formación de expectativas negativas y más "ira del mercado".

Esto también ayuda para reflexionar acerca de la amplitud del campo de acción de la política económica y sus consecuencias. No sólo se deben diseñar objetivos precisos, sino, además, momentos y discursos adecuados para minimizar la presión de las resistencias.

(*) Titular de AMF-Economía

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