Cómo juega Austria, el primer rival de la Selección Argentina en el Mundial 2026
Austria vuelve a una Copa del Mundo después de 28 años con un estilo moderno, intenso y meticulosamente diseñado por Ralf Rangnick.
Austria será uno de los rivales del camino de la Selección Argentina en el Grupo del Mundial 2026. Llega con una identidad futbolística completamente renovada, producto del proceso que encabezó Ralf Rangnick desde su desembarco en el seleccionado. El equipo firmó una clasificación contundente, sostenida en regularidad, convicción táctica y un funcionamiento que se fortaleció a medida que avanzaba la competencia europea.
El cierre de Eliminatorias encontró al conjunto austríaco con su boleto asegurado tras un empate clave ante Bosnia, pero el verdadero salto estuvo en su transformación interna: de ser un equipo irregular pasó a convertirse en uno de los seleccionados más disciplinados y verticales del continente. La vuelta a la Copa del Mundo después de casi tres décadas no es un detalle menor, sino el síntoma de una estructura consolidada.
Un equipo diseñado para presionar y acelerar
El sello de esta Austria es su ritmo frenético. Rangnick instaló una idea basada en la presión alta, la recuperación inmediata y las transiciones ultra rápidas. Cada pérdida de pelota activa un mecanismo casi automático: líneas adelantadas, movimientos sincronizados y una búsqueda permanente por forzar errores en la salida rival.
Austria no espera: incomoda. Su fortaleza no está tanto en la posesión como en la intensidad, en el golpe directo, en la velocidad para transformar un robo en una situación de riesgo. Esa agresividad controlada la convirtió en un rival difícil de leer y, sobre todo, difícil de desactivar sin precisión quirúrgica.
En ataque, el equipo se apoya en jugadores como Michael Gregoritsch, clave en la clasificación, y Marko Arnautovi, un delantero que combina potencia, experiencia y una capacidad probada para desequilibrar en el área. En el mediocampo aparece Marcel Sabitzer, verdadero motor del sistema: dinámico, táctico y capaz de conectar fases defensivas y ofensivas sin perder intensidad.
A su alrededor se ordena un equipo que corre, presiona, interpreta y acelera. En cuanto al liderazgo, aún con vaivenes físicos, la figura de David Alaba sigue ocupando un lugar central: es referencia, estructura emocional y símbolo del crecimiento del seleccionado.
En defensa, Austria se sostiene con líneas muy juntas, una estructura que busca reducir espacios y empujar al rival hacia decisiones incómodas. No se repliega: defiende para adelante, algo que en Eliminatorias le permitió recibir pocos goles y sostener su idea sin resignar agresividad. La consistencia en esa área es uno de los logros más notables del ciclo Rangnick, que transformó al equipo en uno de los más difíciles de vulnerar cuando mantiene su orden.
La clasificación al Mundial también representó la confirmación de un proyecto a largo plazo y de una modernización que ya muestra resultados concretos. Esta Austria no es improvisación ni sorpresa: es el fruto de una planificación que apostó por un estilo europeo contemporáneo, basado en intensidad, presión organizada y verticalidad. Su regreso a la Copa del Mundo llega en el mejor momento de la última década y la convierte en un rival que obligará a Argentina a jugar concentrada desde el primer minuto.
No será un trámite para el campeón del mundo. Austria llega con una idea firme, mecanismos aceitados y la convicción de que puede competir contra cualquiera. Será un estreno de máxima exigencia, sin margen para relajación, ante un equipo que hizo de la incomodidad su principal arma. Argentina deberá imponer jerarquía, lectura táctica y calma ante un adversario que corre, presiona y golpea cuando encuentra espacios.









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