Conociendo Rusia en Buenos Aires: una canción siempre me habla un poco de vos
Sold out en la víspera electoral, Mateo Sujatovich convirtió el Movistar Arena en un espacio de movimiento, luz y sonido donde cada canción tenía su propio relato, y el público parecía parte de la historia desde el primer acorde.
El sábado 25 de octubre, mientras los puestos de alcohol cerraban puntualmente por la veda electoral, el Movistar Arena estaba lleno hasta el último asiento. La expectación flotaba en el aire y, cuando Mateo Sujatovich apareció en las pantallas caminando desde su camarín hacia el escenario, se percibía que la noche prometía momentos únicos.
Solo, con su guitarra, abrió con “Se me hizo tarde”, y la banda se fue sumando con naturalidad, construyendo un pulso que impregnó de calor el estadio. “Puede ser” sirvió de transición antes de “Jet Love”, donde Mateo cambió de posición por primera vez, anunciando que los desplazamientos serían parte del relato escénico a lo largo de la noche. El uptempo inicial encendió al público y marcó el ritmo.
“Canciones”, “La Puerta” y “Mundo de Cristal” continuaron la secuencia, hasta que “En todos los lugares” regresó al setlist. Allí, Mateo jugó con la cámara y la pantalla gigante, multiplicando la dimensión visual y dando a la canción un aire cinematográfico. “Juro”, del disco debut, aportó un giro funky que refrescó el repertorio y añadió textura al clima general.
En “Montaña infinita”, desde el fondo del escenario y en el centro de la "medialuna" de la banda, Mateo volvió a cambiar de posición mientras las pantallas amplificaban cada movimiento, creando un efecto envolvente. Después llegaron “Desastres fabulosos” (reciente colaboración con Jorge Drexler) y “Loco en el desierto”, cerrando el primer bloque con intensidad y variedad de climas.
El miniset acústico transformó el estadio: Sujatovich caminaba con un micrófono corbatero, llevando “La mexicana”, “Películas de ficción” —estreno absoluto, profundo y bello— y “Cosas para decirte”, generando un ida y vuelta íntimo con el público, donde cada gesto y cada nota eran sentidos de manera cercana y personal.
La banda regresó completa, con Esmeralda Escalante de Ainda acompañando guitarra y voces durante todo el show, destacándose especialmente en “Adiós” (feat de ambas agrupaciones) y “Cinco horas menos”. En “Tu encanto”, la guitarra personalizada de Mateo con los colores de Boca Juniors sumó un detalle visual. “Bruja de Barracas”, con final extendido y la participación de Juanse, y “Para siempre”, himno de los Ratones Paranoicos, también con él, ofrecieron momentos explosivos de comunión entre escenario y público.
El tramo final del set principal unió clásicos y favoritas: “Lo mejor”, “Te lo voy a decir”, “A la vez” y “Cabildo y Juramento”, antes de los bises: “30 años” y “Quiero que me llames”, cerrando con un estallido de ovación y movimiento colectivo.
“Una canción siempre me habla un poco de vos”, canta Sujatovich en “Canciones”. Esa frase funcionó como un mantra que sobrevoló la noche: desde la intimidad del miniset acústico y el estreno de “Películas de ficción”, donde cada nota parecía un susurro compartido con el público, hasta la euforia colectiva del pogo desatado en “30 años”, cada momento encontró su propio ritmo y significado. La noche mostró la capacidad de Conociendo Rusia de moverse entre lo delicado y lo explosivo, de transformar cada canción en un espacio donde el público no solo escucha, sino que habita la música. Cada acorde y cada gesto construyeron un relato que hablaba a todos a la vez y, al mismo tiempo, le hablaba un poco a cada uno: esa es la magia de estar allí, en Buenos Aires, con "el Ruso" guiando la experiencia desde lo íntimo hasta lo compartido, donde la música se convierte en territorio propio, colectivo y memorable.
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