Un trueno llamado Oasis: cuando la eternidad dura dos horas
Apoyados en un repertorio que respiró Definitely Maybe y Morning Glory, los Gallagher condujeron al público argentino del 'punto A al punto B' con una energía que convirtió dos horas de recital en placer inolvidable.
Oasis en River
El viento había cargado el ambiente con una electricidad especial y la expectativa hacía vibrar a cada rincón del Monumental. Oasis arrancó con la intro de "Fuckin’ in the Bushes", y poco después explotó "Hello", marcando el inicio de una secuencia de canciones que pronto borró cualquier noción de tiempo. "Acquiesce", "Morning Glory" y "Some Might Say" marcaron los primeros impulsos de un trance colectivo: cada acorde mordía el aire con fuerza.
La maquinaria Gallagher funcionaba en estado de gracia. Bonehead, maestro del ritmo, y Gem Archer, sutil y preciso, sostenían la emblemática pared de guitarras mientras liberaban un poco a Noel para que brillara en los momentos vocalmente exigentes; no solo en "sus canciones", sino también en estribillos como los de "Acquiesce" y "Stand by Me". Andy Bell completaba el trío de "soporte técnico", permitiendo que los hermanos se movieran con libertad, concentrados en su química única. Liam desplegaba su magnetismo inigualable como frontman: no necesita bailar ni vestir atuendos demagogos, y sus comentarios entre canciones a veces se pierden, pero su presencia domina el estadio. A Liam dale dos maracas y una pandereta y le sobra para tomar el mundo por asalto.
Ellos son eléctricos
Hay que inventar adjetivos nuevos para describir las emociones que se vivieron durante dos horas de trance: cómo no se van a despegar los pies del suelo con "Acquiesce" y "Cigarettes & Alcohol", cómo no van a emocionar "Some Might Say", "Live Forever" y "Champagne Supernova", cómo no se va a cantar a grito pelado cada nota de "Supersonic", "Stand by Me" y "Slide Away". El famoso “biblical” instalado por Liam deja de ser un slogan: se convierte en categoría estética. Y, más allá de debates banales posteriores sobre comparativas de público en redes sociales, lo único que importa es lo que ocurrió sobre el escenario y las sensaciones que generó dentro de cada uno. Como escribió el mayor de los Gallagher en "Roll With It": “Don’t let anybody get in your way, 'Cause it’s all too much for me to take.”
El setlist, extenso para los estándares históricos de Oasis, funcionó como una especie de “segunda gira” de What’s the Story Morning Glory, con refuerzos de lujo: 20 de los 23 temas provienen de ese álbum, Definitely Maybe, lados B de esa época inicial y el sencillo "Whatever". Las únicas excepciones, tocadas a mitad del concierto, fueron "Little by Little" de Heathen Chemistry, cantada por Noel, y "D’You Know What I Mean?" junto con la fantástica "Stand by Me" de Be Here Now, disco que si se subvaloró fue solo por haber sucedido a dos placas generacionales.
“The day's moving just too fast for me”, cantan en "Rock ’n’ Roll Star". La canción cerró el set principal, que pasó en un abrir y cerrar de ojos: 19 temas y 100 minutos de trance musical. Indudablemente, cuando el placer es inolvidable, todo se siente efímero. Los bises —"The Masterplan", "Don’t Look Back in Anger", "Wonderwall" y "Champagne Supernova"— fueron la culminación de la tensión acumulada.
Los hermanos Gallagher nunca han sido ajenos a sus contradicciones. Bribones por naturaleza, pueden, al mismo tiempo, guiar y cuidar a su público del “punto A al punto B” con una precisión que pocos logran. En "Don’t Look Back in Anger" advierten que no pongas tu vida en manos de una banda de rock; en "Rock ’n’ Roll Star" te dicen: “mirate ahora: estás en mis manos esta noche”. La multitud argentina eligió lo segundo, y lo hizo por knockout.
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