Italia investiga presuntos "safaris humanos" durante el sitio a Sarajevo en la Guerra de los Balcanes

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La fiscalía de Milán investiga lo que hasta hace poco era un rumor: durante el sitio a Sarajevo "turistas" extranjeros pagaron miles de dólares para oficiar de francotiradores y abrir fuego contra civiles en lo que fue calificado como "safaris humanos".

La fiscalía de Milán abrió formalmente una investigación sobre lo que siempre había sido apenas un rumor: "turistas" extranjeros habrían pagado cientos de miles de dólares para participar de auténticas cacerías humanas durante el prolongado sitio a Sarajevo. Según la denuncia, los participantes de estos "safaris humanos", pagaban para sumarse durante algunos días a los grupos de francotiradores serbios que, desde las colinas que rodean a la capital bosnia, mataron al menos 11.500 civiles durante el prolongado sitio que impusieron las tropas al mando del genocida Slobodan Milosevic en el marco de la Guerra de los Balcanes.

El fiscal Alessandro Gobbis investiga a varios sospechosos por homicidio voluntario múltiple con agravantes de crueldad y motivos abyectos, un delito que no prescribe en el ordenamiento jurídico italiano. Se trata de individuos procedentes del norte del país —Piamonte, Triveneto y Lombardía— que, según los testimonios recogidos, habrían pagado entre 80 mil y 100 mil euros para viajar y convertirse en francotiradores “por diversión” .

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La investigación se inició a partir de la denuncia del fotógrafo y escritor Ezio Gavazzeni, quien durante casi dos años recopiló testimonios y documentación que, asegura, demuestran que lo que parecía una leyenda urbana de la guerra fue real. “Aunque la investigación vaya mal, aunque en el peor de los casos los italianos que participaron estén muertos, puedo afirmar que estos hechos ocurrieron”, aseguró Gavazzeni quien trabajó todo este tiempo junto a los abogados Nicola Brigida y Guido Salvini, un reconocido ex magistrado.

Durante 1.425 días, Sarajevo vivió encerrada bajo el fuego de las milicias y francotiradores serbobosnios que controlaban las montañas circundantes. El sitio, que comenzó en abril de 1992 y se prolongó hasta febrero de 1996, sometió a la población civil a bombardeos diarios y disparos de francotiradores. Los habitantes debían correr agachados por las calles, trazando zigzags desesperados para evitar convertirse en blancos. Más de 11.500 personas murieron a manos de francotiradores en lo que se convirtió en el asedio más largo de una capital en la historia moderna.

Tras la guerra surgieron rumores sobre lo que se denominó “Sarajevo Safari” y que consistía en que ciudadanos occidentales ricos pagaban grandes sumas de dinero para participar en cacerías humanas. Según los testimonios, existía incluso una siniestra lista de precios donde matar a un niño tenía un precio superior al de abatir a un adulto.

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“El aspecto más morboso fue que existía una tarifa sobre cuánto debía pagar un cazador de fin de semana para disparar a civiles: adultos, mujeres, niños, embarazadas, soldados”, explicó a la cadena bosnia N1 Edin Subaši, ex general de brigada bosnio y antiguo agente de inteligencia militar.

Los “turistas de la guerra” llegaban principalmente a través de Trieste, ciudad fronteriza del noreste italiano que servía como puerta de acceso a los Balcanes. Desde allí eran transportados vía Belgrado hasta Pale, a escasos kilómetros de Sarajevo. Según las descripciones, se trataba de individuos acaudalados, apasionados por las armas y con vínculos a la extrema derecha. “Eran ‘francotiradores del fin de semana’: llegaban el viernes por la noche y partían el domingo”, explicó Gavazzeni a medios suizos.

En el expediente presentado por Gavazzeni ante la justicia se hace referencia específica a tres individuos: uno de Turín, otro de Milán y un tercero de Trieste.

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Este último responde a un perfil particularmente inquietante: rico, influyente en su comunidad, cazador experimentado y con rasgos psicopáticos. En una carta incorporada al expediente, Subaši describe el patrón psicológico de estos “cazadores”: “Un cazador apasionado que ha probado ya todos los tipos de safari clásicos legales y que por necesidad de adrenalina busca también una cabeza humana como trofeo; una persona que ama las armas y es al mismo tiempo un tipo psicopático; un ex soldado que no logra detenerse después de haber estado en algunos campos de batalla”.

El ex oficial añade que “son todos pertenecientes al círculo de personas ricas y probablemente influyentes en sus comunidades. Tienen los recursos legales para protegerse de una eventual investigación, y también la influencia política para obstaculizarla”.

El perfil coincide con las declaraciones de John Jordan, bombero estadounidense que trabajó como voluntario en Sarajevo durante la guerra. En 2007, ante el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia que juzgaba al ex presidente serbio Slobodan Milosevic, Jordan contó haber presenciado “en más de una ocasión” la presencia de extranjeros que claramente no eran locales. “Llevaban una mezcla de ropa civil y militar, pero lo que más los distinguía era su arma”, declaró. “Cuando veías a alguien con un arma que parecía más apropiada para la caza de jabalíes en la Selva Negra que para el combate urbano en los Balcanes, y cuando se notaba que se movían con torpeza entre los escombros, era obvio”.

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La Fiscalía milanesa solicitó formalmente a La Haya el testimonio completo de Jordan para incorporarlo a la investigación que dirige Gobbis.

Uno de los aspectos más inquietantes del caso es el posible conocimiento de estas actividades por parte de agencias de inteligencia occidentales. Según correspondencia citada en el expediente, los servicios secretos bosnios informaron al SISMI —el antiguo servicio de inteligencia militar italiano— a principios de 1994 sobre la existencia de estos “safaris”.

“Nos respondieron en dos o tres meses: ‘Hemos descubierto que el safari parte de Trieste. Lo hemos interrumpido y el safari no tendrá más lugar’”, indica una comunicación de un ex agente bosnio recogida por Gavazzeni. Sin embargo, según este testimonio, el SISMI nunca proporcionó los nombres de los cazadores u organizadores, ni se sabe si hubo detenciones.

La Fiscalía está trabajando para obtener documentos del antiguo SISMI, ahora conocido como AISI (Agencia de Información y Seguridad Interna), que puedan arrojar luz sobre estas operaciones y sus responsables.

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"Sarajevo Safari"

La investigación tiene su origen en el documental “Sarajevo Safari” (2022), del director esloveno Miran Zupani, que recogió testimonios anónimos sobre estas prácticas y reavivó el debate sobre uno de los episodios más oscuros de la Guerra de los Balcanes. El filme presentó evidencias de que ciudadanos de varios países occidentales —incluidos Italia, Estados Unidos y Rusia— habrían participado en estas cacerías.

Tras el estreno del documental, Benjamina Kari, entonces alcaldesa de Sarajevo, presentó una denuncia que derivó en una investigación paralela en Bosnia-Herzegovina. Gavazzeni, inspirado por el trabajo de Zupani, comenzó su propia pesquisa que culminó con la apertura del caso en Italia.

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“Espero que se identifique a dos o tres personas con vida”, señala el escritor, consciente de que muchos de los supuestos participantes tienen hoy entre 65 y 82 años. “Estadísticamente, al menos un tercio ha muerto”, admite, aunque mantiene la esperanza de que la justicia pueda actuar.

Subaši, por su parte, es contundente: “Quienes eran más jóvenes aún están al alcance de la justicia. Espero que la Fiscalía de Milán lleve este caso hasta el final”.

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