Halloween made in Argentina
*Acá se festeja como en Estados Unidos.
*Cada vez más boliches organizan fiestas al estilo hollywoodende.
En Latinoamérica, Halloween tiene connotaciones diferentes a las del norte anglosajón: el 31 de octubre es Noche de Brujas, es decir, una fiesta de adultos, llena de magia y misticismo, en la que se bebe champagne, se arrojan runas, se lee el I Ching, se tira el Tarot y se saluda efusivamente a fantasmas, calaveras, gatos negros y mujeres montadas en escobas. La única excepción son los colegios de habla inglesa, donde la orden del día es calar calabazas, disfrazar a los chicos y vaciar los quioscos.
Sin duda, su origen -la noche de Samhain o año nuevo celta- tiene más ligazón con la fórmula latina; lo de la calabaza iluminada es un aditamento tardío, surgido de la leyenda irlandesa "Jack-o-lantern", sobre el alma en pena de un pobre tipo, al que nadie quería, y al que una vez muerto Dios y el Diablo le prohibieron la entrada al Cielo y al Infierno.
Pero en la Argentina hubo un tropiezo fundamental para implementar esta costumbre: las calabazas no son redondas y los zapallos se usan para el puchero. Hubo que fabricarlas con cartulina y vela, práctica que genera incendios y reedita el mítico terror a morir en la hoguera, al estilo Juana de Arco. De todas formas, la industria estadounidense se las arregló bien para difundir su propio festejo de Noche de Brujas.
Y Argentina no tardó en adoptarlo: cada vez más boliches, restaurantes y pubs organizan una fiesta al mejor estilo yanqui, con calabazas, caramelos y disfreaces dingo de una mega producción hollywoodense. En general, en Latinoamérica, y en particular en la Argentina, no se lo vive como un edulcorado "dulce o treta" sino como una verdadera Noche de Brujas, algo que los estadounidenses se esfuerzan en disimular tras las grandes calabazas iluminadas a vela, para evitar, quizás, que la bombita de luz de la historia les estalle en la cara y muestre su rubor de vergüenza.
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