Clasismo, violencia sin contención y mentalidad de manada: qué hay detrás de un ataque de rugbiers

Sociedad

Un grupo de once jugadores de Zárate golpeó a un adolescente hasta matarlo en la puerta de un boliche, con total impunidad ante la mirada de decenas de personas. Oscar Mangione, psicoanalista con pasado en el deporte de alto rendimiento, analizó el caso para minutouno.com.

Cuando los Pumas cantan el himno, parados en la cancha, con los brazos entrelazados y a viva voz, emocionan hasta al hincha más ocasional del deporte de la ovalada, pero el resto del año un grupo de rugbiers con los ánimos exacerbados puede generar un escenario completamente distinto, incluso trágico.

Así fue como en la madrugada del sábado pasado once jugadores del club Náutico Arsenal Zárate (todos mayores de edad) asesinaron a golpes a Fernando Báez Sosa, de 19 años, a la salida de un boliche en Villa Gesell. Los hombres están detenidos y el episodio dio lugar a una polémica por la formación que reciben los rugbiers más allá del deporte.

Para el psicoanalista Oscar Mangione no se puede "dejar librado al azar la formación de los deportistas", sobre todo en el caso de las disciplinas donde la fuerza bruta es clave para el desempeño del equipo.

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"En todos los deportes pasa lo mismo: hay una preparación física y los clubes no se dan el lugar a hacer otro tipo de preparación. En el caso de los deportes que tienen mucho roce, mucha violencia, la competitividad se exacerba", explicó Mangione a minutouno.com.

Por eso "tiene que haber, junto a la formación del deportista, una formación del manejo de su propia agresividad", señaló el psicoanalista, que tiene una amplia experiencia en trabajo con futbolistas, rugbiers y tenistas.

Mangione citó como ejemplo las artes marciales, donde el deportista no solo recibe la formación para destacarse en la disciplina sino también para contener su fuerza y rehuirle a la exhibición gratuita de la violencia.

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Pero además "la sociedad en general es más violenta", explicó Mangione, por lo que "se está borrando la capacidad simbólica de sentarse a conversar si se tiene una dificultad con alguien" y "se pasa directamente al acto de ser violento". Por ejemplo en un boliche ante un roce entre un grupo de personas y otro.

"La cuestión de grupo borra la responsabilidad individual y facilita los impulsos más que los filtros. Más en personas que por su formación deportiva se creen mucho más fuertes, y lo son, y esgrimen esto como una condición fálica", señaló el psicoanalista, quien comparó el mecanismo de las peleas con el que se da en las violaciones "en manada".

La tensión y la necesidad de ostentar la fuerza bruta pueden ser una suerte de compensación por parte de los jugadores. "Hay una articulación clara: cuando te sentís inseguro de poder ser muy firme y duro en ciertas circunstancias, exacerbás otra situación que tiene que ver con la agresividad y la violencia", señaló el psicoanalista.

El tercer ingrediente en el cóctel que resultó mortal el fin de semana en Villa Gesell es la cuestión de clase y de la "sensación de impunidad" propias de un grupo de hombres jóvenes que ya cuentan con un abogado para que los defienda (y que le echó la culpa a un integrante del equipo que para probar su inocencia ya ofreció un video de él en Zárate la noche del ataque).

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La "responsabilidad directa" de los comportamientos violentos "en manada" recae en los clubes y su formación deficiente en materia de manejo responsable de la fuerza que tienen los jugadores adentro y afuera de la cancha, señaló Mangione.

Por eso el comunicado en el que la Unión Argentina de Rugby (UAR) anunció que ya se trabaja en "generar un programa específico de concientización" para estos casos "son mejor que nada", sí, pero llegan demasiado tarde para los jugadores que ya superaron su etapa formativa.

"Es algo que una institución tiene que tener a resguardo desde hace mucho tiempo", señaló Mangione.

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