Una vida marcada a puro beso y cachetazo: Arnaldo André un actor y galán de sangre caliente

Espectáculos

*Su vida merecería ser contada. De la pobreza en Paraguay a la fama lograda en América y Europa, Arnaldo André recorrió un largo camino.

Es una leyenda viva que carga sobre sus espaldas el peso amable de ser un referente indiscutible de los últimos cuarenta años de la televisión argentina; ganó la dura pelea que significó desencasillarse del mote de galán de telenovela para desandar los caminos del teatro y del cine; a los 65 años, Arnaldo André está más vigente que nunca en la cultura popular criolla.

El recorrido que realizó su vida, con el comienzo humilde, de pocos recursos, en San Bernardino, el pequeño pueblo en el que nació, a 50 kilómetros de Asunción, la capital de Paraguay, hasta los actuales días de goce por un renovado respeto profesional, fue lo que ilustró De dónde vengo, el programa que conduce Chiche Gelblung todos los domingos a las 23 por Magazine.

Arnaldo comenzó su carrera a la fama a los 25 años y de la mano de Daniel Tynaire, que al día siguiente de verlo actuar en una pequeña obra de teatro, le propuso ser el galán de su esposa, Mirtha Legrand, en “40 Kilates”, una obra de gran éxito, y por la que se le atribuyó un romance con la diva de los almuerzos.

Pero este hombre de sangre guaraní, tuvo una niñez humilde, en la que la principal preocupación de su padre, Justino, el sastre del pueblo, era llevar la comida a su casa. A sus 13 años, André ayuda a su madre, doña Fernanda, a enterrar a Justino, y ambos se radican en Buenos Aires.

Desde aquel éxito que cosechó en 40 Kilates, sus logros profesionales no dejaron de sucederse: lo produjo Alejandro Romay y fue selló una alianza clave con Alberto Migré. Ambos, uno desde la autoría y el otro desde la actuación, no dejaron de conformar telenovelas que paraban al país.

Así fue como logró entrar en las casas populares de Argentina, pero también de Italia, Venezuela, Costa Rica y Estados Unidos, a puro trabajo y dedicación. Con Amo y Señor conquistó el corazón de las mujeres al alternar los cachetazos con los besos que le propinaba a Luisa Kuliok.

Pero nunca dejó de preocuparse por el encasillamiento, que cada día más, se cerraba sobre él. El ser sólo un “galán de televisión” no le dejaba espacio para desarrollar la fructífera carrera que luego logró realizar a puro empecinamiento en el cine y el teatro.

Más de una vez tuvo que producir los proyectos en los que actuó, hasta que el reconocimiento final le llegó y hoy es buscado y admirado por las nuevas generaciones de libretistas y directores argentinos.

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