Más que una moda: por qué los frascos reemplazan a la vajilla
La tendencia apareció a nivel local en los bares de Palermo para servir tragos o postres, pero ahora los chefs más temerarios dejan los platos de lado y usan sólo frascos.
El cocinero lo baja al cálculo contable: un plato cuesta entre 50 y 100 pesos, mientras que un frasco sale apenas 3. "Los restaurantes tiene un costo fijo de rotura, el frasco baja los costos", remarca.
Además, es más difícil mantener la vajilla pareja si no entra el modelo al país, mientras que hay al menos tres fábricas locales de frascos. "Estamos en un país donde todo cambia constantemente. De golpe no podés comprar nada y tenés que ser creativo", apunta la chef y conductora Narda Lepes a minutouno.com.
"Me voy a quejar si es una mala empanada. Prefiero una buena empanada en frasco a una mala, hecha con mala grasa, en un platito lindo. Si me sirven una empanada casera, hecha con amor, que me la den con un moño o en un frasco si quieren", sentenca Lepes.
"Son un asco", resume -parándose en la otra vereda- Enrique Pironio, chef de Casa Corazón (Cantilo 225), en el renovado polo gastronómico de City Bell, en La Plata. "Me parece un esnobismo, se puede servir la comida en otras cosas", explica.
Pironio sostiene que hay una cuestión de higiene para rechazar el frasco como contenedor de postres o empanadas, aunque admite que "el que los usó así fue porque se las rebuscó" para enfrentar los costos de la vajilla. Sin embargo, insiste: "Hay otras cosas en las que no podés abaratar costos".
"Gastaste un montón de plata en poner un restaurante para después servir en un frasco. No estoy de acuerdo. Prefiero que la empanada se chorree en una servilleta", expresa.
Al margen de la cuestión monetaria, los frascos son muy útiles a la hora de preparar las porciones y conservarlas en frío. Después es cuestión de mandar el pedido a la mesa sin ensuciar otra vajilla, y quizás por esa serie de detalles prácticos prendió tan rápido esta moda culinaria.
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